La frustración por el encontronazo con Guillermo le recorría el cuerpo entero.
Durante el trayecto de regreso, no dejaba de darle vueltas a la misma idea: en qué estaba pensando cuando, después de haberlo borrado de sus contactos, volvió a agregarlo. Era buscarse problemas para nada. Al final, tenerlo o no en su lista de amigos no afectaba en lo más mínimo su capacidad para usar la tarjeta de crédito y despilfarrar a su antojo.
Por suerte, Miranda era de esas chicas de sociedad que jamás se quedaban con las ganas de desquitarse. Ya que no podía con el intimidante Guillermo, desahogarse con la ingenua de Estela era pan comido. Así que abrió el chat grupal para molestarla un rato.
[Estela, repórtate.]
[¡Aquí estoy!]
La pobre ingenua, sin tener la menor idea del destino que le esperaba, respondió al llamado de la princesa con un entusiasmo y una rapidez dignos de admiración.
[¿Qué comiste hoy? ¿Cuánto pesas? Mándame un video de la báscula.]
A Estela todavía le faltaba bastante para alcan