Don Darío quería ir para que dejara de llorar, pero al ver que Samanta estaba ahí, no lo hizo.
— Tampoco quiero que pierdas tu irritante forma de ser —
Se fue a descansar y analizaba como podía ayudarle, prácticamente, el decir que solo estaba para sentarse en un sillón fue la manera de decirle que no sirve. Tuvo culpa de esa expresión y no darle la oportunidad, la última vez logró ponerse al día y ella comprendió bien.
Por su parte, Korina estaba en la habitación en las penumbras del cuarto, apenas iluminada por la tenue luz que entraba desde la ventana. Korina yacía en la cama, mirando el techo sin realmente verlo. A un lado, Lían dormía plácidamente en su cuna, ajeno al torbellino de pensamientos que consumía a su madre.
Sentía un nudo en el pecho, una tristeza que la aplastaba como una manta pesada. Recordaba las miradas en el casino, las palabras hirientes de algunos clientes y esa sensación de ser invisible como persona, reducida solo a una presencia bonita que acompañaba a D