La velada estaba muy entretenida, pero todos teníamos trabajo al día siguiente y nos fuimos a acostar. Rubí me ofreció el cuarto en donde ya estaba durmiendo Verónica, así como un cepillo de dientes que no había abierto y una de sus pijamas. Agradecí sus atenciones y, después de pasar al baño, me acosté al lado de mi sobrina. Aunque estaba muy cansada y con el vino en la cabeza, no conseguí dormirme, pensando en la decisión que debía tomar y comunicar en solo unas horas.
Daba vueltas sin conciliar el sueño, ajustando los pesos en la balanza. Los veía muy parejos, pero sabía que había algo que los estaba desequilibrando y me esforzaba por saber qué era, porque ahí estaba la respuesta que necesitaba.
Creo que lo p