Cada uno un beneficío

—¿Nunca te has tocado? ¿Nunca te has masturbado? — cuestionó Caleb y su voz sonó más ronca de lo que le hubiese gustado, sabía que era virgen, pero eso podría haber sido una opción.

—N-no… jamás…— respondió ella y su rostro ardió en vergüenza.

—Es algo muy natural… que… reconozcas tu cuerpo…— aseguró y contuvo las ganas de besarla, ese juego era de él, y no pensaba caer con ella.

—D-detente…— suplicó cuando él de forma atrevida, llegó a la parte en medio de sus piernas y acariciaba esa zona tan prohibida de su cuerpo, apretó sus piernas para frenarlo.

—¿Por qué? — volvió a cuestionar y besó una vez más su cuello —¿no te gusta?&mdas

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