Sofía estaba sentada en el suelo de su habitación, rodeada de papeles.
No era desorden. Era creación.
Había extendido sobre la alfombra varias cartulinas de colores pastel, muestras de tipografías impresas, bocetos de logotipos dibujados a mano y un cuaderno lleno de anotaciones apresuradas. En la cama, abierta, descansaba una carpeta con el informe preliminar del estudio de mercado que había encargado a una consultora externa. No era barato, pero Valeria había insistido en que hiciera las cosas bien desde el principio.
Y Sofía quería hacerlo bien.
Sonrió al releer uno de los nombres subrayados: Sugar & Paws. Lo había anotado junto a otros posibles, algunos tachados, otros con estrellas al lado. Imaginó el local: luminoso, acogedor, con vitrinas llenas de pasteles pequeños, delicados, casi demasiado bonitos para comérselos. Imaginó a la gente entrando no solo a comprar, sino a quedarse. A hacer fotos. A sonreír.
Por primera vez en mucho tiempo, la idea no tenía que gustarle a nad