Mundo ficciónIniciar sesiónEl despacho seguía igual que siempre: los mismos tonos cálidos de la madera rojiza, el mismo olor a cuero curtido y cera vieja, los sillones de piel, las estanterías repletas de archivadores perfectamente alineados. Nada había cambiado… salvo ella.
El enorme ventanal a la derecha de Valeria dejaba ver la ciudad extendiéndose bajo un cielo plomizo, donde el sol apenas se filtraba entre las nubes. Desde allí podía ver los tejados, las avenidas, los rascacielos que marcaban el territorio de otros hombres como su padre: hombres que creían poseer el mundo porque lo podían medir en balances y acciones.







