Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
El primer rayo de sol se coló por un espacio de mis cortinas, golpeándome directamente en el rostro, quería quedarme durmiendo pero no tenía opción. Me desperté con un peso extraño en el pecho. Tenía la certeza de que el hombre del estacionamiento, Dante Moretti, sabía exactamente el tipo de juego que yo estaba jugando. Me incorporé, sintiendo un escalofrío al recordar la cercanía la voz de aquel hombre peligroso. Me levanté y fui directamente a mi tocador. Abrí la caja y saqué el anillo, las iniciales grabadas, DM, brillaban bajo la luz. No era solo una prueba, era un ancla que me ligaba a él, y él me lo había confirmado, aceptó tomar el anillo como excusa para seguir viéndonos. Si DM era la D de Dante Moretti, significaba que estaba bailando peligrosamente cerca del hombre que ordenó atentar contra mi padre. — Y tú, Dante — Susurré, con una sonrisa que no llegó a mis ojos — No eres el único que no cree en las casualidades. Bajé las escaleras, la casa se sentía tan vacía como el silencio en mi estómago. Justo cuando iba a abrir el refrigerador, un golpe seco resonó en la puerta principal. Eran los vecinos, por supuesto. La señora Peterson y el señor Wallace, vestidos con ropa deportiva cara, pero con la hipocresía cubriendo sus rostros mejor que cualquier protector solar en verano. Abrí la puerta con una sonrisa forzada. — ¡Amalia, querida! — Saludó la señora Peterson, llevando su mano con guante a su pecho — Oímos lo de tu padre... Es tan terrible ¿Cómo está el señor Barnes? — Mejor, gracias por preguntar — Respondí, con frialdad. El señor Wallace se adelantó, y su mirada fue directamente a mi abdomen, evaluando mi atuendo. — Esperemos que se recupere, un hombre que es tan... — Hizo una pausa y vi la pregunta en sus ojos — Pero, Amalia, si por casualidad esto empeora... ¿Asumirás las riendas de la empresa de inmediato? ¿Tienes el poder de la firma? Ahí estaba. No se preocupaban por el hombre que me crió, solo les interesaba la continuidad del poder en la compañía de mi padre. Les interesaba la heredera, y así son muchos en estos tipos de vecindarios. — Todo está bajo control, señor Wallace. Mi padre siempre se encargó de dejar todo en orden. — Mentí, con un tono firme que no dejaba lugar a dudas que hasta a mí me sorprendía. Cerré la puerta con suavidad antes de que pudieran preguntar más, sintiendo que acababa de escapar de otro tipo de víbora. El mundo de mi padre era tan sucio como el de los mafiosos, solo que vestían trajes más caros. Me tiré en el sofá, lista para investigar el nombre "Dante Moretti" cuando mi teléfono vibró. El número era desconocido, pero el mensaje era inconfundible. "Ya que te gustó tanto mi anillo, me daré el lujo de usarte como mi excusa. Cena esta noche, Siete y media" Sentí un cosquilleo en mi pecho, no era miedo, era la excitación de la caza, él estaba haciendo el trabajo por mí, acercándose voluntariamente. Respondí con una sola palabra. "Dirección." Cuando llegué a la dirección enviada, el sol se había puesto completamente, dejando paso a una noche fría y oscura. Era un restaurante de lujo con una fachada de piedra oscura y una entrada discreta, atendida por dos guardias que parecían gorilas de traje. No tuve problemas al entrar. Al entrar, la atmósfera era íntima y exclusiva. Luz tenue, jazz melancólico y un aroma a cuero. Fui guiada a una mesa en un rincón apartado. Dante ya estaba allí, de espaldas a la pared, observando la sala. Llevaba un traje hecho a medida que acentuaba su físico. Esta vez, su mirada era menos depredadora, más calculadora, pero igualmente intensa. — Mujer flama... Puntual. —dijo, sonriendo mientras yo tomaba asiento. — No soy de hacer esperar a nadie cuando me comprometo a llegar. — Respondí, sintiendo el peso del anillo escondido en mi cartera. Un mesero de inmediato se acercó. — ¿Una copa de nuestro Cabernet de la casa, señorita Barnes? — Preguntó. Me tensé, él conocía mi apellido. — ¿No te tomaste el tiempo de preguntar, Dante? — Pregunté, recalcando su nombre. Él sonrió, un gesto que parecía reservado y peligroso a la vez. — Este restaurante es mío, Amalia, saber quién entra por mi puerta es un lujo que puedo darme. — Hizo un gesto y el mesero se fue. — Mi nombre es Dante Moretti, y tú eres la chica nueva que comenzó a ir a mi club por ¿Dos días? Mi corazón dio un vuelco, pero mi expresión se mantuvo impasible. — Y tú eres el hombre al que le robé un anillo. Él se echó hacia atrás, con una mirada evaluadora. — Un anillo que, de hecho, me fue dado por mi abuelo, es un anillo de mi familia. No me importa el valor monetario, sino el significado. Me incliné sobre la mesa. — Bueno, Dante, lo tengo yo. ¿Qué harás al respecto? Él tomó su copa de vino, bebió lentamente, y sus ojos no se apartaron de los míos. El silencio entre nosotros era tan fuerte como la música. Yo no apartaba mi mirada de la suya. Cualquiera pensaría que estábamos en un concurso de miradas. Pero aquí, el que baje la guardia morirá. — Tengo una propuesta mejor que recuperarlo. Mi sonrisa se extendió, la venganza se sentía dulce y tan cerca. — ¿Qué tal si lo vendo? Se ve costoso. — Pagaría el triple a la persona que se lo vendas. Reí. — ¿Cuál es tu propuesta? — Quiero seguir viéndote, Amalia Barnes. — Y yo quiero seguir viéndote a ti, Dante Moretti. — Entonces quédatelo — Susurró, con un destello en la mirada. — Úsalo como tu excusa, para la próxima vez que te pregunte "¿Tienes mi anillo?" Una duda apareció en mi cabeza inmediatamente. — ¿Y porqué el señor Moretti quiere seguir viéndome? — Quizás tenga un fetiche por las pelirrojas, quizás quiera matarte o... Simplemente me gusta como me desafías con la mirada. Sonrió de una manera perversa. — Serás mi única casualidad, Mujer Flama.






