Capitulo 5

Amalia ~

Daba vueltas al anillo con mis dedos, intentando decifrarlo, intentando encontrar algo que me haga saber a quien realmente le pertenece.

La pelirroja enfrente de mí tenía muchas dudas que aún no tenían respuestas. Me encontraba en mi tocador, mirando mi reflejo en el espejo.

— ¿Será un anillo de matrimonio? — Hablé para mí.

No parecía un anillo de matrimonio, seguía observandolo, pasé así unos minutos hasta que sentí absurdo perder tanto tiempo en un anillo.

Puse el anillo en mi dedo y moví mi mano, sonriendo en el espejo.

— Es lindo ¿No?

Muy bien, basta de distracciones.

Al quitarmelo, observé unas letras levemente grabadas en el aro de este anillo. Por más que intentaba decifrar que letras eran, era imposible.

Rápidamente agarré mi teléfono, lo prendí para activar la linterna y poder ponérsela al anillo. Luego de unos minutos intentando agarrarle forma, las letras grabadas en el anillo eran...

— ¿DM? — Pregunté para mí.

DM... ¿Moretti? Pero, si es así ¿Qué significa la D?

Quizás la D sea su nombre y la M signifique "Moretti"

— Te atrapé, Moretti.

Guardé el anillo en la caja donde tengo mis argollas y joyas, me levanté de mi tocador y caminé hasta la puerta de mi habitación.

Voy a ver a mi padre al hospital, perdí tiempo con el estúpido anillo, así que debo darme algo de prisa, a mí padre no le gusta la impuntualidad.

Salí de mi casa, en el camino resonaban las llaves de mi auto y sentía el sol calentando todo mi cuerpo poco a poco.

Abrí la puerta de mi auto dando un vistazo al vecindario, siempre tan tranquilo y solitario, me monté en mi auto para comenzar a conducir.

Recordé la primera vez que mi padre me enseñó a hacerlo, estaba tan nerviosa por chocar o hacer algo mal, pero él siempre estuvo ahí para mí, para recordarme que todo está bien y que puedo con todo.

Tuvo que ser madre y padre desde que mi madre murió, y realmente ha sido el mejor, por eso no dejaré que nadie vuelva a hacerle daño.

Estacioné mi auto, abrí la puerta y me bajé. Comencé a caminar hasta la entrada del hospital, entré observando todo a mí al rededor una vez más, deseando que sea la última y mi padre pueda despertar.

Entré a la habitación 23, la habitación de mi padre, estaba él en su camilla, me acerqué y me senté en la silla a su lado.

— Papá... La casa se siente vacía sin ti. — Tomé su mano.

Su pecho subía y bajaba lentamente.

— Dime si lo que estoy haciendo está bien ¿Debería parar?

Al verlo sin poder decir nada, sin poder aconsejarme o darme un cálido abrazo reconfortante...

Mi vista se nubló y una lágrima resbaló por mi mejilla.

Escuché la puerta rechinar, miré rápidamente y ví entrar al doctor rubio que atendió a mi padre anteriormente.

Llevé mi mano hasta mi rostro y limpié mi lágrima.

— Señorita Barnes, no la ví entrar. — Cerró la puerta.

— Hola, doctor. — Sonreí.

— Lamento entrar así, necesito cambiar el suero del señor Barnes.

— No, no... No se preocupe, es su trabajo.

Él comenzó a hacer su trabajo mientras yo observaba atentamente, una vez terminó estaba acomodando todos los materiales.

— ¿Cómo ha estado? — Su pregunta me asombró.

— Bien, estoy bien.

— ¿Cómo procesó la información del otro día?

— Fué algo difícil de procesar, pero esperaré que mi padre despierte y me diga quien pudo haber sido.

Claramente no le iba a comentar al doctor sobre lo que estoy haciendo.

— Muy bien, esperemos su padre pueda despertar pronto.

— Si eso espero, ya debo irme.

Me levanté y caminé hasta la puerta de la habitación para salir del hospital.

(Horas después)

Conducía con tranquilidad por la carretera oscura, iba camino al club con el anillo en mi cartera.

Espero verlo de nuevo hoy y esta vez poder sacar más pistas.

Llegué al club y entré, observando a todas las personas en mi alrededor no veía a aquel hombre, las pocas veces que lo ví se hacía notar, así que seguramente no estaba aquí.

Estuve mucho tiempo y no llegó, así que decidí salir por la entrada principal, al salir, el viento de la fría noche recorrió mi cuerpo.

Mi vista cayó a una camioneta negra, donde había un hombre recostado al parecer fumando, al acercarme más reconocí ese hombre robusto de mirada de cazador.

— Nos encontramos una vez más. — Dijo sin dirigir su mirada a mí.

— No me había dado cuenta que estabas ahí. — Mentí.

— ¿Te gustó mucho mi anillo? Solo tenías que pedirlo.

— ¿Disculpa?

Levantó su mano y señaló su dedo vacío dónde estaba su anillo antes.

— No tienes que fingir conmigo, no soy como piensas.

— Si yo agarré tu anillo ¿Qué tiene de malo?

— Nada, quizás querías recordarme.

Reí.

— Quizás ¿Puedo usarlo como excusa para verte de nuevo?

Él se acercó a mí lentamente hasta quedar frente a frente, levanté mi mirada para poder verlo a los ojos.

— Podrías haberlo usado como excusa, sí. — Susurró, y su voz era más sombría de cerca, quizá algo peligrosa.

— Es un secreto, quizás es una excusa, quizás solo nos encontramos por casualidad...

— El problema, es que no creo en las casualidades, no existen para un hombre como yo, nunca lo han hecho.

— Quizás soy yo la primera casualidad ¿No te parece?

— Todo llega por una razón ¿No sabes quién soy?

— No te conozco ¿Por qué? ¿Debería hacerlo?

— No, sé que no me conoces.

No habían más personas en nuestro alrededor, solo todos los carros estacionados al lado de su camioneta y nosotros siendo envueltos por el viento.

Estaba cegada por nuestra pequeña conversación, no me había dado cuenta que estábamos tan cerca así que retrocedí un paso.

— ¿Por qué crees que sabes que no te conozco?

— Porque si me conocieras, no te acercarías a mí.

Dante dio el paso hacia atrás, creando una distancia incómoda.

— Pero me gusta el peligro que eres, mujer flama.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una tarjeta de negocios, negra, elegante y minimalista.

Tenía solo un nombre "D. Moretti"

— Mañana, 9 de la mañana. — Dijo, entregandome la tarjeta. — Sé puntual, es hora de que dejes de bailar en mi club y empieces a bailar en mi oficina.

Y sin esperar respuesta, se montó en la camioneta, dejandome sola en la fría noche, con el peso de una citación de un mafioso en mis manos.

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