Capitulo 4

~ Amalia ~

Sentía la calidez de mis sábanas al rededor de mí, las cortinas no dejaban entrar la luz del sol y el silencio era fuerte, solo podía escuchar mi respiración.

Sostenía en mi mano el pedazo de papel que dejó aquel hombre anoche con una caligrafía muy buena. Quizás fuí el anzuelo perfecto, pero no cantaré victoria.

No entra cualquiera a ese club, así que probablemente la mayoría de esos hombres están en malos pasos... ¿Por qué sería tan fácil encontrar a Moretti? O quizás, lo estoy idealizando mucho y está frente a mis narices.

Escuché el timbre así que arrugué el papel con mis manos y lo tiré a un lado, me levanté de mi cama para salir de mi oscura habitación.

Bajé las escaleras y le abrí a la señora Lu.

— Hola, señorita Barnes. — Sonrió.

— Oh, hola, señora Lu, adelante.

La señora de limpieza siempre venía los sábados, fiel a mi padre, no hay un sábado que no esté aquí lista para trabajar.

Ella fué al cuarto de limpieza y yo me dirigí a la sala de cocina, aún no había comido en todo el día, así que iba a cocinarme algo.

— ¿Qué va a hacer? ¿Puedo ayudarle? — La señora Lu entró a la sala de cocina.

— Algo para comer, no he comido. — Sonreí amablemente.

— ¿No ha comido? No, no... Deje que yo lo haga. — Me alejó de la cocina. — Imagina como estaría tu padre si ve que no has comido.

Me senté en las sillas de la mesa en el centro de la sala de cocina mientras veía a la señora Lu hacerme desayuno. Ha sido mi figura materna desde que no está mamá.

Estaba cómoda con su compañía, pero no dejaba de pensar en lo que pasaría en la noche.

**(Horas después)**

La calle era iluminada por las luces de los faros, le mentí a la señora Lu y le dije que cenaría con mis amigas, ya se me hacía tarde para llegar al club, sin embargo, conducía a una velocidad adecuada.

Al llegar entré por la parte trasera y saludé a otras chicas que estaban en los vestidores, podía notar sus malas miradas, increíble, segundo día y ya me ven mal. Para su suerte, me iré de aquí pronto.

Salí de los vestidores al bar, lo mismo de ayer, música y luces que aturdían mi vista y mis oídos, me senté en uno de los sofás a observar a las personas.

No tenía comunicación con Mei, solo rogar para que no me vea hablando con esta clase de hombres...

Mis ojos no paraban de buscarlo, sin embargo lucía despreocupada, mi mano apoyada al lado de mi pierna en el sofá y mi dedo se movía de arriba a bajo al ritmo de la música.

Estaba a punto de rendirme, cuando lo ví. Llevaba una camisa de botones negra, con un pantalón gris y zapatos negros, prendas básicas pero lucían caras y delicadas puestas en él.

A su lado se encontraba un hombre que estaba vestido todo de negro, un poco más robusto que él, con semblante serio.

Cuando la mirada del mismo hombre de ayer se posó en mí, por un momento dejé de respirar. Pero inmediatamente le sonreí y puse mi cabello detrás de mi oreja.

Se acercó a mí y yo me levanté.

— Buena noche la de hoy ¿No? — Dije.

— Definitivamente, estás frente a mí. — Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar su voz.

— No todos tienen el mismo privilegio.

Este hombre era distinto al resto del club, lo que me hacía pensar que quizá era mi blanco perfecto.

— Vamos a la barra por un trago.

— ¿Disculpa? No te escuché bien. — Mentí. — La música está muy alta.

Se acercó un poco más a mí, pude sentir el olor de su perfume.

— ¿Vamos a un lugar más calmado?

Bingo.

— Sí, sería mejor.

Se volteó para darme paso, caminé y el siguió mi ritmo a mi lado.

Me llevó a una de las salas VIP que habían en club, sentía las miradas de las otras chicas al verme entrar con él.

Llegamos a la sala VIP y nos sentamos en el sofá, él sirvió vino en dos copas que habían en la mesa y me dió una.

— No pudiste resistirte a mí mucho tiempo ¿No? — Dijo.

Estúpido.

— Claro, tu mirada pedía a gritos que te hablara. ¿Cómo iba a negarme? — Tomé un sorbo de vino.

— Destacas entre todas las de este club, supongo que eres nueva.

— ¿Por qué piensas eso? ¿Vienes seguido? — Indagué.

Vibró su teléfono, lo estaban llamando, noté que tiene su teléfono en silencio.

Él se levantó y caminó hasta el otro extremo de la sala, intentaba escuchar pero hablaba bajo, ví que tenía un anillo en su dedo.

— M****a... — Escuché.

— ¿Pasa algo? — Pregunté sin interés.

— El destino no nos quiere cerca, tengo que irme, me necesitan.

Otra vez no.

— Espera. — Me levanté y caminé hacia él. — No creas que puedes llamarme e irte como si nada.

Acaricié con mi mano la suya, detectando la ubicación de su anillo.

— Son solo cosas pendientes, puedo verte pronto. — Acarició mi mentón.

Su caricia dió luz verde para poner mi mano en su cuello, estábamos cerca.

Apreté un poco su cuello mientras mis dedos índice y pulgar sostenían con cuidado el anillo.

Acerqué mis labios a los suyos sin soltar mi agarre en el cuello para distraerlo, al mismo tiempo deslicé el anillo de su dedo y lo tomé en mi mano.

Con nuestros labios a un centímetro, me separé de él.

— Me tengo que ir, adiós. — Sonreí.

Sin esperar respuestas, salí de la sala, demostrando que él no será el que mande aquí y quien puede abandonar primero el lugar seré yo.

Metí el anillo en mi cartera para poder identificarlo en otro lugar mientras caminaba a el tocador.

Voy a averiguar quién eres...

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