Capitulo 30

Capítulo 30: El Veneno de la Verdad

~ Amalia ~

El viento en el antiguo observatorio de la bahía era frío, pero no tanto como la sangre que corría por mis venas.

El lugar estaba desierto, una estructura de piedra y hierro que sobresalía sobre el mar embravecido.

No había guardias, no estaba Marcus, no estaba Eleanor.

Solo estábamos nosotros dos, rodeados por la oscuridad y el sonido de las olas rompiendo contra los acantilados.

Mis pensamientos no me dejaban apreciar el sonido del mar.

Dante se apoyó en la baranda de piedra, mirando hacia el horizonte.

Parecía extrañamente en paz.

Yo, en cambio, apretaba el teléfono en mi bolsillo, esperando el mensaje del tirador que confirmara que estaba en posición.

— Es irónico. — Dijo Dante de repente, su voz apenas audible sobre el viento. — Pasé años odiando este lugar porque mi madre solía traerme aquí para hablarme de la libertad. Y ahora, es el único sitio donde siento que puedo respirar sin que alguien intente ponerme una soga al cuello.

— La libertad tiene un precio muy alto, Dante. —Respondí, mi voz temblando por el frío y los nervios.

— Lo sé. Y tu padre también lo sabía.

Me puse rígida.

—¿Mi padre? No se atreva a mencionarlo ahora.

Dante se giró y me miró con una sinceridad que me dio escalofríos.

Sus ojos no tenían la dureza habitual.

— Amalia, hay algo que necesito decirte antes de que sigamos con esta... fachada, sé que me odias. Sé que crees que el "Proyecto Fuego Rojo" fue mi orden para destruir a tu familia.

— Entonces sabes muy bien sobre mi familia...

— Pero la verdad es mucho más sucia.

— Vi los archivos, Dante, vi su nombre. — Le espeté, sacando la mano del bolsillo.

— Viste lo que mi padre, Marco Moretti, quería que vieras. El Proyecto Fuego Rojo no era mío, fue su última jugada para controlar la droga en la ciudad. Él fue quien mandó a robar mi fórmula para hacer una droga igual, pero que provocara sobredosis.

El mundo pareció detenerse, mis oídos empezaron a zumbar.

—Mientes, mientes para salvarte.

— No estoy mintiendo ¿Por qué lo haría? — Dante dio un paso hacia mí. — He pasado estos meses tratando de limpiar su desastre, la droga que está matando gente en las calles, la que tu padre intentó detener... es la creación de Marco. Yo estoy usando el dinero de los Gallo y las transferencias que tú misma firmaste para sacar esa basura de las calles.

Me quedé helada, y no precisamente por el frío viento.

— Todo esto era para usarte, pero como fuiste diferente te traje conmigo, si te obligué a este pacto, fue para protegerte de los hombres de mi padre. Si Marco supiera que estás viva y buscando venganza, te mataría en un segundo.

Un mensaje vibró en mi bolsillo, una sola frase, objetivo en la mira. Fuego.

El pánico me golpeó como un rayo.

Miré hacia las sombras de los árboles detrás de Dante.

Vi el destello metálico de un cañón.

— ¡Dante, no! — Grité, lanzándome hacia él.

Pero fue demasiado tarde.

Un disparo seco rasgó el aire de la noche.

El impacto hizo que el cuerpo de Dante se sacudiera violentamente.

Cayó de rodillas, su mano derecha presionando su hombro, donde la sangre empezaba a empapar su camisa blanca a una velocidad aterradora.

— ¡No! ¡Detente! — Grité al vacío, sacando el teléfono y pulsando el código de cancelación con dedos torpes y bañados en lágrimas. — ¡Corten! ¡Ya no!

El silencio volvió al observatorio, pero el daño estaba hecho.

Me arrodillé junto a Dante, que respiraba con dificultad, con el rostro pálido como el mármol.

— Amalia... — Susurró él, mirándome con una mezcla de dolor físico y una comprensión devastadora.

Su mirada bajó al teléfono que yo aún sostenía, y luego volvió a mis ojos.

No había sorpresa, solo una decepción que me partió el alma en dos.

— Fuiste tú... — Dijo, con la voz rota. — Todo este tiempo... El muelle... Las salidas... eras tú tratando de terminar lo que mi padre empezó.

— Dante, yo no sabía... Creí que tú... — Intenté explicar, sollozando, mientras trataba de presionar la herida con mis manos.

Él soltó una risa amarga que terminó en una mueca de agonía.

Se apoyó contra la baranda, tratando de mantenerse consciente.

— ¿De verdad me querías muerto, Amalia? — Me preguntó, su voz perdiendo fuerza. — Después de todo... ¿Tan poco confiaste en lo que sentías cuando estábamos solos?

— ¡Llamaré a una ambulancia! ¡Marcus vendrá! — Dije desesperada, pero él me tomó de la muñeca con la poca fuerza que le quedaba.

Su sangre manchó mi piel, una marca permanente de mi error.

— Es tarde para nosotros, Amalia. Mi padre... él ya sabe que fallaste, y ahora vendrá por los dos.

Dante cerró los ojos y su cabeza cayó hacia atrás.

Estaba vivo, pero se estaba desvaneciendo.

En ese momento, las luces de unos coches aparecieron en la entrada del observatorio.

No era la policía, eran furgonetas negras.

Los hombres de Marco Moretti venían a terminar el trabajo que yo había empezado por error.

Me puse de pie, con las manos manchadas de la sangre del hombre al que juré odiar y que resultó ser el único que me estaba protegiendo.

Mi venganza se había convertido en mi propia celda.

— Perdóname, Dante. — Susurré, mientras sacaba la pistola que aún guardaba.

La guerra contra Marco Moretti acababa de empezar, y yo acababa de herir de muerte a mi único aliado.

Me había equivocado de Moretti...

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