Capitulo 28

~ Amalia ~

Dante estaba obsesionado con recuperar el archivo de su madre, y esa debilidad era la grieta que yo necesitaba.

Él creía que llevándome como garantía me tendría controlada, pero no sabía que yo ya había tomado una decisión. Si él moría mañana, el imperio se desmoronaría y yo sería libre.

Me encerré en el baño de la suite, dejando que el agua de la ducha corriera para camuflar cualquier sonido.

Saqué un teléfono que había logrado conseguir a través de un contacto de Mei. Era un teléfono desechable, rústico pero efectivo.

Marqué un número que había memorizado hace años, un contacto que mi padre mencionó una vez como un mal necesario.

— Habla la hija de Barnes. — Susurré, mi voz apenas audible sobre el ruido del agua. — Necesito un trabajo. Limpio, mañana a las cinco de la tarde, en el muelle de la zona industrial, el objetivo es Dante Moretti, estará vulnerable.

— Es un pez gordo, Barnes. El precio es alto. —Respondió una voz ronca y distorsionada.

— Tendrás la mitad ahora y la otra mitad cuando vea su cuerpo en las noticias, no falles, si él sobrevive, todos estamos muertos.

Colgué y destruí el pequeño aparato, tirando las piezas por el desagüe.

El trato estaba hecho.

Mañana, mientras Dante creía que estábamos negociando con los Santino, un tirador estaría esperando entre las sombras de los almacenes para borrarlo de la faz de la tierra.

Al salir del baño, Dante estaba esperándome en el dormitorio.

Estaba sentado en un sillón de cuero, con una carpeta sobre las rodillas, Eleanor estaba a su lado, sosteniendo una tableta.

— Mañana saldremos temprano, Amalia. — Dijo Dante, su tono era extrañamente suave. — Eleanor ha revisado las cámaras del muelle.

— Yo estaré allí, Señor Moretti. — Intervino Eleanor, mirando a Dante con una lealtad que me pareció casi trágica. — Marcus y los hombres de la primera línea rodearán el perímetro a dos calles de distancia.

Dante asintió y Eleanor se retiró, lanzándome una mirada fugaz que no logré descifrar.

— Ven aquí. — Ordenó Dante.

Me acerqué lentamente.

Él tomó mi mano y por un segundo, su pulgar acarició mi palma.

Fue un gesto humano, casi tierno, que me hizo querer gritar ¿Cómo podía ser el mismo hombre que destruyó mi vida?

— Si algo sale mal mañana, Amalia... — Hizo una pausa, mirando hacia la ventana. — Si los Santino deciden que el archivo vale más que mi vida, quiero que corras hacia el coche de Eleanor. Ella tiene órdenes de sacarte de la ciudad de inmediato, hay una cuenta a tu nombre con suficiente dinero para que nunca tengas que volver a trabajar.

Me quedé helada ¿Dante estaba planeando mi escape en caso de su muerte?

— ¿Por qué haría eso? — Pregunté, mi voz temblando por la confusión.

— Porque a pesar de todo lo que crees de mí, nunca quise que fueras una víctima colateral de esta guerra. Eres... — Se detuvo, como si las palabras le costaran. — Eres lo único real que he tenido en mucho tiempo.

Sentí un nudo en la garganta.

Por un microsegundo, la duda me asaltó. ¿Y si me equivocaba?

Pero entonces recordé la imagen de mi padre conectado a esas máquinas en el hospital, la ira regresó, desplazando la duda.

— No necesito su dinero, Dante, solo necesito que esto termine — Respondí, retirando mi mano de la suya.

— Terminará mañana. — Dijo él, volviendo a su máscara de hierro. — De una forma u otra.

El día siguiente amaneció gris y lluvioso, como si el cielo de Nueva York supiera lo que estaba por ocurrir.

Salimos de L'Ombra en dos coches. Dante y yo en el primero, Marcus y Eleanor en el segundo, seguidos por una furgoneta de seguridad.

Dante estaba en silencio, revisando su arma una y otra vez.

Llegamos al punto de encuentro.

Dante bajó del coche y me tomó del brazo, usándome como su escudo humano, tal como habíamos planeado para la fachada.

— Mantente cerca. — Me susurró al oído.

Aparecieron tres hombres de entre las sombras.

Al frente estaba Vito Santino, el más joven de los hermanos.

Tenía una sonrisa burlona y sostenía un sobre de manila amarillento.

— Moretti, puntual como siempre. — Dijo Vito. — Trajiste a la pelirroja, dicen que es tu amuleto de la suerte.

— Dame el archivo, Vito. No tengo tiempo para tus juegos. — Respondió Dante, su voz resonando con autoridad.

— Primero el pago, y luego, tal vez, te diga quién nos pagó para robarlo. Te sorprendería saber quién odia tanto a tu familia como para vender tus secretos. — Vito rió, una risa que me heló la sangre.

Mientras ellos discutían, mis ojos recorrían los techos de los almacenes cercanos.

Buscaba el destello de una mira telescópica, la señal de que el final de Dante estaba cerca.

Vito levantó el archivo.

— Aquí está, la prueba de que tu propio...

Un disparo resonó en el aire, cortando la frase de Vito.

No venía del muelle, venía de mucho más lejos.

Vi a Dante reaccionar con la velocidad de un depredador, tirándome al suelo y cubriéndome con su cuerpo.

— ¡Emboscada! — Gritó Marcus desde atrás, abriendo fuego.

El caos se desató.

Los Santino empezaron a disparar, creyendo que Dante los había traicionado.

Yo estaba atrapada bajo el cuerpo de Dante, sintiendo su respiración agitada contra mi cuello.

Él me estaba protegiendo, incluso ahora, bajo el fuego, su prioridad era que ninguna bala me tocara a mí.

— ¡Tengo que sacarte de aquí! — Rugió Dante, tratando de arrastrarme hacia la cobertura de un contenedor.

Fue entonces cuando lo vi.

En lo alto de una torre de control abandonada, un punto rojo de láser se posó sobre el pecho de Dante.

Era mi tirador, estaba listo para disparar.

En ese instante, la realidad me golpeó como un mazo.

Si el tirador disparaba ahora, Dante moriría creyendo que me salvó la vida.

Moriría protegiéndome, y algo en mi interior se rompió.

No podía ser esa persona, no podía matarlo así.

— ¡No! — Grité, pero mi voz se perdió en el estruendo de los disparos.

Saqué el teléfono oculto en mi manga y, con las manos temblando de forma incontrolable, pulsé el código de cancelación que el contacto me había dado para emergencias.

— ¡Abortar! ¡Abortar ahora! — Tecleé con desesperación.

El punto láser desapareció un segundo antes de que se escuchara un impacto sordo cerca de nosotros, pero no fue una bala de mi tirador.

Fue una granada de humo de los Santino.

Dante me levantó en vilo y me lanzó dentro del coche, donde Eleanor ya estaba maniobrando para salir.

Marcus cubría la retirada con ráfagas de ametralladora.

— ¡Vámonos! — Gritó Dante, subiendo al coche justo cuando los neumáticos chirriaban sobre el asfalto mojado.

Estábamos a salvo, pero el archivo de su madre se había quedado en manos de los Santino en medio del tiroteo.

Dante estaba sangrando por un rasguño en la frente, jadeando, pero vivo.

Se giró hacia mí en el asiento trasero.

Sus ojos estaban llenos de una intensidad aterradora.

— Me salvaste. — Dijo, con voz ronca — Cuando ese láser apareció sobre mí, gritaste, me avisaste. ¿Por qué, Amalia? ¿Por qué salvar al hombre que juraste destruir?

Yo no podía hablar.

El teléfono de cancelación ardía en mi bolsillo.

El sicario que yo misma contraté casi lo mata, y ahora él creía que yo era su heroína.

El drama era insoportable, el secreto de mi traición me quemaba por dentro.

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