Capitulo 27

~ Amalia ~

El caos en la oficina de Dante era como un incendio que nadie sabía cómo apagar.

Eleanor, su asistente, corría de un lado a otro con carpetas y teléfonos que no paraban de sonar, mientras Marcus permanecía junto a la puerta, con la mano en su arma y la mirada fija en el pasillo.

El robo en Brooklyn no solo había golpeado el bolsillo de Dante, había destrozado su armadura de invencibilidad.

Dante estaba sentado frente a su escritorio, pero ya no parecía el rey del mundo.

La foto de la caja fuerte vacía en Ginebra lo había transformado.

Sus ojos estaban inyectados en sangre y sus manos, siempre tan firmes, tambaleaban ligeramente mientras sostenía un vaso de whisky.

— Salgan todos. — Ordenó Dante, su voz era un susurro que cortaba como una navaja. — Excepto Amalia.

Eleanor y Marcus se retiraron de inmediato.

El silencio que quedó era pesado, cargado del olor a alcohol y a desesperación.

— Lo lograste ¿Verdad? — Me preguntó, sin mirarme. — Querías que me golpearan donde me doliera. Pero ni tú podías saber lo que había en esa caja, nadie lo sabía.

— Yo solo le señalé una debilidad, Dante. Usted fue quien decidió ignorar los riesgos. — Respondí, manteniendo mi máscara de hielo, aunque por dentro mi corazón martilleaba.

Él se levantó y caminó hacia mí.

No había violencia en sus movimientos, sino una tristeza que me resultó mucho más peligrosa.

— Ese documento que se llevaron los Santino... Es la única prueba de que mi madre no murió por causas naturales, es el rastro de quién dio la orden. Si ellos lo usan, mi cabeza será el trofeo de toda la ciudad.

Sentí un escalofrío.

Dante buscaba la verdad sobre su madre, igual que yo buscaba la de mi padre.

Éramos dos espejos rotos mirándose de frente, pero yo no podía permitirme sentir lástima.

Él seguía siendo el hombre que había hundido a mi familia.

— Necesito salir de aquí, Dante. — Dije de repente, cambiando de tema. — Si voy a seguir ayudándole con los trámites legales para frenar el golpe de los Santino, necesito documentos que están en mi antiguo despacho. Y necesito ver a alguien de mi confianza.

Dante me miró con desconfianza, pero el cansancio le ganaba.

— Lucas te acompañará, tienes dos horas. Si intentas desaparecer, Amalia, no habrá rincón en este país donde no te encuentre.

Salí de L’Ombra escoltada por Lucas, sintiendo por primera vez en semanas el aire fresco de la ciudad.

Pero no me sentía libre, fuimos a un pequeño café en el Village, un lugar con poca luz y muchas salidas.

Allí, sentada en una mesa al fondo, me esperaba Mei.

Al verme, Mei se levantó de un salto.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazó con tanta fuerza que casi pierdo el equilibrio.

Lucas se quedó a unos metros, vigilando como un halcón, pero permitiéndonos un poco de privacidad.

— ¡Amalia! Dios mío, pensé que estabas muerta... — Susurró Mei, con la voz quebrada. — Todo el mundo dice cosas horribles. Dicen que te fugaste con ese tipo, con Moretti, que te has vuelto una de ellos.

— No es lo que parece, Mei — Dije, tratando de calmarla, aunque mis propias manos temblaban— Estoy haciendo lo que tengo que hacer, estoy cerca de él, tengo pruebas.

— ¡Estás loca! — Mei me tomó de las manos, apretándolas. — Ese hombre es un monstruo, he visto las noticias sobre el puerto, sobre los tiroteos. Te vas a quedar atrapada en su mundo y no vas a poder salir, Amalia, huye ahora, yo tengo dinero ahorrado, podemos irnos lejos.

— No puedo. — Respondí, y me dolió ver la decepción en su rostro. — Si me voy ahora, él ganará. Mi padre nunca tendrá justicia si yo me rindo, he descubierto cosas, Mei. Cosas oscuras sobre cómo manejan sus negocios, Dante no es solo un criminal, es el centro de una red que destruyó todo lo que amábamos.

Mei se echó hacia atrás, mirándome como si fuera una extraña.

— Ya no hablas como tú, Amalia. Hablas como si fueras parte de su guerra, ese brillo en tus ojos... No es justicia, es algo más oscuro, te estás pareciendo a él.

Sus palabras me dolieron más que cualquier amenaza de Dante.

¿Me estaba convirtiendo en un monstruo para atrapar a otro?

— Escúchame bien. — Continué, ignorando mi propio dolor. — Necesito que guardes algo por si acaso, si algo me pasa, quiero que entregues esto a la prensa.

Le pasé un pequeño papel con una dirección web y una clave.

Era el acceso al archivo proyecto fuego rojo que había subido a la red.

— Es su sentencia de muerte. — Le aseguré. — Pero no lo abras a menos que yo desaparezca.

Mei guardó el papel en su bolso, temblando.

— Te quiero, Amalia, pero tengo miedo de que, cuando termines con esto, ya no quede nada de la amiga que conocí.

Regresé a L’Ombra con el alma pesada.

El encuentro con Mei me había recordado lo que estaba perdiendo, mi vida, mi luz, mi identidad.

Pero al entrar en la suite, me encontré con una escena que me devolvió a la cruda realidad.

Dante estaba en mi habitación, revisando mis cosas.

Tenía mi bolso en la mano.

— ¿Qué hace aquí? — Grité, sintiendo una furia ciega.

Él se giró, y en su mano sostenía la pequeña navaja que yo había ocultado.

— Lucas me dijo que te viste con tu amiga, fuiste muy cuidadosa, pero no lo suficiente ¿Qué le diste, Amalia? ¿Qué secreto crees que te va a salvar la vida?

Se acercó a mí, rodeándome con esa presencia que siempre me asfixiaba.

Eleanor entró en la habitación con un reporte en la mano, deteniéndose al ver la tensión entre nosotros.

— Señor Moretti, los Santino han enviado una ubicación. — Dijo Eleanor, con la voz temblorosa. — Quieren que usted vaya solo para negociar el archivo de su madre.

Dante me miró, y por un momento, vi una duda genuina en sus ojos.

Me tomó del brazo y me atrajo hacia él.

— Vas a venir conmigo, Amalia, si tu amiga tiene algo mío, tú serás mi garantía. Si esto es una trampa de los Santino coordinada contigo, lo último que verás será el final de tu plan.

— Yo no trabajo con los Santino, Dante — Dije, tratando de mantener la voz firme. — Ellos son tan culpables como usted.

— Entonces demuéstralo. — Dijo él, entregándole la navaja a Eleanor. — Mañana iremos a la boca del lobo. Y si sobrevivimos, tal vez te diga por qué tu padre realmente se cruzó en el camino de mi familia.

Esa última frase me dejó helada.

¿Dante sabía algo más?

¿O era solo otra mentira para mantenerme a su lado?

Mientras Eleanor nos miraba con una mezcla de lástima y miedo, supe que el drama apenas estaba escalando.

Ya no era solo una cuestión de dinero o de droga.

Era una guerra de secretos familiares que amenazaba con quemarnos a todos.

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