La mañana llegó como una herida abierta. Alba se despertó con los ojos inflamados, no por el llanto, porque no había llorado ni una sola lágrima, sino por el nudo que había sostenido toda la noche en la garganta. Apretado, cortante, silencioso.
Miró el reloj. Apenas las siete, preparó el desayuno para los niños como si su mundo no se hubiera desmoronado unas horas antes. Fingió una sonrisa. Escuchó sus risas. Los abrazó fuerte antes de salir al rodaje, con el corazón tan frágil como tiempo atrás cuando apenas comenzaba su calvario viviendo sola después de casarse con Massimo.
¡Lía estaba embarazada!
Las palabras quemaron una y otra vez en su mente mientras la llevaban al set que aquel día parecía estar inusualmente tranquilo. Alba trató de aparentar tranquilidad, porque era lo correcto, caminó por los pasillos, saludando a técnicos, vestuaristas, maquilladores y realmente nadie parecía notar la grieta que partía su pecho en dos, sin embargo, ella sabía cuán cerca estuvo de volver a ca