El sol apenas entraba por la ventana de la sala. Me di la vuelta y Aarón estaba a mi lado. ¿Por qué no se levantó? Me encantaba verlo dormir, se veía tan tranquilo, acaricié su cabello y apenas se movió. Me acerqué más y nuestros labios estaban a unos centímetros.
—Si sigues así no podré resistirme a un beso —dijo con los ojos cerrados.
—Detente, pensé que no te ibas a quedar dormido.
—Debió ser el cansancio que me consumió.
—¡Qué te consumió!, ¿por qué de repente hablas de esta forma?
—No sé de qué hablas.
Lo miré otra vez, y tenía los ojos cerrados. ¿Era sonámbulo? ¿y desde cuándo? Me lo quedé mirando y no se levantó en ningún momento. Me levanté y me fui al otro sofá, no nos podíamos arriesgar, aunque fuéramos mejores amigos, sería muy raro.
—¿Isabel? —dijo mi nombre aún dormido.
—Aquí estoy —coloqué un cojín a su lado para que pudiera abrazarlo y creyera que era yo. Funcionó—. Sigue durmiendo.
—Nuestros padres…
—No te preocupes, no nos descubrirán.
—¿Cómo puedes estar segura?
—Sol