Era la primera vez que los escuchaba referirse a algo como criatura, y no creo que se hayan referido a un bebé. Las bestias y personajes ficticios de los libros no existen en la vida real. ¿A quién se referían? Daniel permanecía impasible a los gritos y golpes que se escuchaban desde el fondo del pasillo. Intenté interpretar sus pensamientos, pero no fue posible. Cuando los golpes se intensificaron comencé a sentir respingos agudos en algunas zonas de mi cuerpo como los brazos y la cabeza que me desconcertaban. Empecé a refunfuñar como si me hubiese olvidado por completo como hablar.—Luis, regresa —dijo Daniel como si hubiese descifrado un enigma.—¿Funcionó jefe?—Eso parece, solo mírala, lo que no comprendo es porque ahora y no antes.—La conexión no es tan fuerte.—Imposible, tú mismo oíste las notas de voz del doctor, sus escritos, todo.—Señor, todas las pruebas tienen más de quince años, tuvimos suerte de atraparlos. Sin olvidarnos que son el epicentro de todo lo que ocurre afu
No estaba segura en qué momento me quedé dormida, pero ahí estaba, sobre el pavimento frío, ¿cómo mi cabeza no sintió el golpe? Me levanté frenéticamente y recordé lo que había oído minutos atrás…mi nombre. ¿Estaba alucinando? Me volví a apoyar sobre la pared y detuve por unos segundos mi respiración con el fin de oír algo más que el absoluto silencio.—Si solo me dejaran salir, mataría a todos, ella no merece todo este sufrimiento —dijo la voz.—¿Puedes oírme? —susurré, quería que supiera, quien fuera, que no estaba solo o sola—. No creo que nos dejen salir.—¿Quién es?—No puedo decir mi nombre —respondí con temor.—No te haré daño, también estoy atrapado.—No soy la única…—Carraspea, no puedo oírte con facilidad.—Que no soy la única —elevé mi tono de voz y enseguida me aparté de la pared.Si de algo estaba segura, es que la criatura a la que ellos se referían era un hombre y su voz sonaba igual a la de alguien de menos de treinta años. ¿Por qué nos tenían en cautiverio? La otra v
Hace tres meses y dieciséis días, mis padres tuvieron la brillante idea de que cambiarnos de nuestra antigua casa sería la solución a todos nuestros problemas —el despido nefasto de mi padre en el trabajo—, sin embargo, estábamos en la misma miseria que en aquellos días. Tuvieron que cambiarme de colegio para que mis estudios no culminaran antes de siquiera poder graduarme. Al principio me rehusaba a perder a todos mis amigos, pero un nuevo año lectivo estaba por empezar y no había mejor excusa que esa para eliminar todas mis redes sociales, empezar desde cero y quedarme en el anonimato.El primer día fue la peor de todas mis experiencias. Había llegado tarde a clases porque se pinchó un neumático, y tuvimos suerte de que me dejaran entrar. Luego, no podía encontrar el salón, y tuve que preguntarle a un chico, que, así como yo, había llegado tarde.—Hola, disculpa… —dije con mi voz aturullada. —¿Hola? —preguntó confundido.—No lo encuentro —le enseñé el papel con el número de salón y
5 meses despuésHan pasado cinco meses desde la primera clase y aún no consigo ser rápida como mis demás compañeros. Por suerte, tenía a Aarón de mi lado, el chico más listo del aula, pero el menos popular. Nadie quería pasar tiempo con nosotros, porque eran gordofóbicos —era nuestra broma personal— y en los trabajos grupales nadie se enardecía por trabajar con nosotros.Por varias jornadas matutinas veía como mi mejor amigo prefería apartarme y quedarse solo, inventaba cualquier excusa y Dios, todas eran buenas. —Me dirás qué te ocurre —pregunté al sentarme junto a él en la hora de salida. —¿De qué hablas? —me miró fijamente a los ojos.—Vamos, sé que algo te ocurre, soy tu mejor amiga y lo puedo notar en tu mirada.—No quisiera hablar del tema —susurró.—Tenemos bastante tiempo hasta que nuestros padres nos recojan.—No insistas por favor, Isabel.—¿Isabel? —golpeé levemente su brazo—. Sabes que está prohibido llamarnos por nuestros nombres.—¿Quién lo dice? —fingió una sonrisa.—
Al día siguiente no sabía qué hacer, ¿cambiaría las cosas entre los dos?, ¿o ambos nos haríamos los locos y seguiríamos con nuestras vidas? Respiré hondo y dejé que las cosas tomaran su rumbo. Eran las cinco de la mañana y aún estaba sentada en el borde de la cama, desorientada. A diferencia de Aarón, me costaba madrugar y estar consciente de mis cincos sentidos, desde muy temprano. Bostecé y comencé a arreglarme, mientras mi mamá me consentía preparándome el desayuno. Bajé las escaleras y saludé a mis padres.—Buenos días, hijita —dijo mi padre al sentarme cercar de él. —Hola, padre —lo saludé con una sonrisa.—Notamos que ayer te fue bien en la conversación que tuviste con Aarón, ¿está todo bien? —preguntó para confirmar lo que ya sabía.—Sí.—¿No hubo nada raro? —preguntó mamá al servirnos la comida.—Nada fuera de lo común entre adolescentes.—Es una buena noticia, hija, llamaré después a su mamá —dijo mamá contentaEl resto del desayuno lo disfrutamos en silencio. Me lavé los di
Había pasado una hora y aún no podía reconciliar el sueño, cogí nuevamente mi celular, y no había ningún mensaje. ¿Realmente lo inventé todo? No estaba segura de que había oído desde el otro lado del teléfono, pero ninguna de las voces, era de él. Cuando no podía dormir, solía llamarlo para que me contara alguna pequeña historia o una experiencia graciosa que haya tenido, hasta que me quedara dormida; su voz era mi canción de cuna y sin haberme dado cuenta, no lo veía solo como un amigo, lo veía como mi protector, la persona con la que nunca me gustaría tener peleas.—Hola, Isabel —dijo mi mamá al entrar a mi cuarto. Su sexto sentido de madre sabía que algo me ocurría.—Hola.—Sentí que mi hija aún no podía reconciliar el sueño, ¿estoy en lo correcto?—No te equivocas.—¿Quieres hablarlo? Puedo dejar de ser tu mamá y ser tu amiga.—Te agradezco, pero son cosas de adolescentes.—¿Tiene que ver con Aarón?—¿Cómo…?—Los he visto —me interrumpió. Estupendo, mi mamá conocía más de mí que y
Eran las cinco y quince de la mañana y el cielo apenas se iba aclareciendo. Me levanté por un vaso de agua y no me había percatado que ahora me sentía mucho mejor. Ya no temblaba ni tampoco sudaba. Todo gracias a él. Corrí hasta la cama y cogí mi celular. Estaba descargado, así que era probable que la llamada se haya terminado antes de que uno de los dos hubiese querido. Lo conecté al cargador y esperé unos minutos para volverlo a prender. Mi mamá tocó la puerta.—Hija, tendrás que prepararte el desayuno, tu padre se siente muy enfermo y voy a llevarlo al doctor. Te dejo sus llaves sobre la mesita de la sala.—Está bien, mamá. —Te mandaré un mensaje apenas salgamos del doctor, no tienes que responder si estás en clases.—Igual lo haré.—Cuídate y ten cuidado al salir.Ambos nos despedimos a través de la puerta. Comencé a arreglarme y a guardar mis cosas en la maleta. La cerré y me dirigí a la cocina para prepararme un sándwich y comerlo rápido en la pequeña mesa. Me lavé los dientes
Ingresamos a la oficina del director. Andrew estaba sentado en la silla, molesto y con los brazos cruzados. Aarón, por su parte, estaba tranquilo y no apartaba la mirada de mí, quería asegurarse de que estuviera bien.—¿Cómo se siente, señorita Niño? —preguntó el director preocupado.—Estaré mejor —dije en voz baja.—Andrew tiene algo que decirle —lo miró directamente esperando hasta que él se levantara.—Te pido disculpas, Isabel —dijo Andrew, con el tono más hipócrita que jamás había oído.—¿Puedes dejar de ser tan hipócrita? —dijo Aarón con tono burlón.—Y a ti, ¿qué te pasa gordito? —dijo Andrew desafiante.—No fue una disculpa sincera.—Por favor, compórtense, o ambos serán sancionados —dijo el director molesto. Se dirigió a mí—. Podría señorita Isabel, explicarnos cómo pasó.Andrew comenzó a ver a todas partes cuando comencé a relatar la historia, mientras que Aarón mantenía su mirada sobre mí. Quería transmitirme apoyo y seguridad. Apenas terminé de contar la historia, el direc