Capítulo 5
Ricardo no daba crédito a lo que veía. El corazón se le disparó y musitó para sí: «No puede ser, seguro vi mal».

«Mi Eli se fue de viaje, ¿cómo es posible que esté aquí?».

«Debo extrañarla tanto que estoy viendo cosas».

Verónica estaba igual de atónita. Me miraba con total sorpresa, incapaz de articular palabra.

En comparación, yo me mantenía mucho más serena; mi cara ni siquiera delataba sentimiento alguno. Le extendí mi ramo, para desearles buena suerte.

Verónica pareció despertar de un sueño y, aún aturdida, lo tomó, entregándome el suyo a cambio.

Le sonreí.

—Les deseo que sean felices.

La ventanilla se cerró y el carro arrancó de nuevo. Las dos caravanas tomaron direcciones opuestas.

Como nosotros, Ricardo y yo destinados a tomar caminos distintos.

Sin embargo, justo cuando el carro se alejaba, me pareció escuchar un grito desgarrador.

Instintivamente, busqué con la mirada el origen del sonido.

Pero Andrés, sentado a mi lado, de pronto me cubrió los ojos con la mano.

Su voz sonó ce
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