Capítulo 5
El giro inesperado dejó al templo en un silencio sepulcral.

El Beta de mi padre, Víctor, se lanzó como un rayo.

De una patada brutal mandó a volar a uno de los tipos que me sujetaban y lo estrelló contra el altar, dejándolo hecho pedazos.

Dos guerreras me levantaron con firmeza y de inmediato me cubrieron los hombros medio desnudos con una capa pesada, bordada con el emblema de mi familia.

La cara de Ethan se puso pálida. Con los ojos inyectados de rabia, se encaró con Víctor y por fin reaccionó.

—¡¿Se volvieron locos?! ¡Yo soy el Alfa de la Manada del Alba! ¡Yo los llamé!

—¡Imbéciles! ¿Ya no saben reconocer a su propio Alfa?

Marcus, con las venas del cuello hinchadas, gritó:

—¿¡Y la guardia del templo!? ¡Saquen a estos intrusos de inmediato!

Pero los guardianes permanecieron inmóviles. Es más: dieron un paso atrás, limitándose a observar en silencio.

Marcus casi estalló de furia.

—¿No oyeron? ¿Se atreven a ignorar al administrador del templo?

En ese instante, desde afuera retumbó un
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