Elena, rehusándose a quedarse sola rodando en el fango, gritó a Arturo, que corría hacia afuera.
—¡Esa astuta no habrá ido lejos! ¡Seguro que está escondida cerca!
Elena, temiendo que Arturo no la escuchara en su impulsividad, gritó varias veces. Su voz era tan fuerte que incluso Ximena, escondida e