—Ya que también has aceptado, voy a llamar a casa ahora y pedir que alguien venga a buscarme. Dime dónde están Sofía y Mariana, y enviaré a alguien por ellas también.
Cuando Ximena sacó su teléfono para llamar, Arturo la detuvo. Con una mano cubriéndose el rostro con un paño negro, dijo sonriente:
—