—¡Pero estábamos cegados por la codicia! La segunda señorita López nos encontró, nos dio una gran suma de dinero y nos dijo que…
—¿Qué les dijo que hicieran? Sebastián gritó con los ojos tan rojos que parecían a punto de estallar.
—Nos dijo que la hija mayor de la familia López casi se ahogó cuando era pequeña, que a lo que más le teme es al agua profunda. Nos pidió que la secuestráramos y la tiráramos al agua, mientras no la dejáramos morir…
La mirada de Sebastián ya estaba tan fría que parecía capaz de matar. El asistente le quitó una cinta de vídeo al hombre que temblaba del miedo.
Era el vídeo de esa noche, donde torturaron a Elena, algo que le iban a entregar a Claudia como prueba.
Sebastián lo miró, y su corazón se rompió como si fuera cortado por una daga afilada.
—¿Cuánto les dio ella?
—Cinco millones…
Ya debería haberlo sabido. La manera en que el padre López trataba a sus dos hijas era completamente diferente.
Elena, después de huir de casa, solo pudo mudarse a