Capítulo 4: Donjuán

—Margot, ¡qué sorpresa! —espeta Bratt con exagerada emoción y una sonrisa falsa.

No sé si me imagino tonterías, pero me da la impresión de que Bratt no se siente muy contento con esa visita; yo tampoco.

—Amorcito, estoy tan feliz de verte —dice ella mientras le llena el rostro de besos. A este punto ya me ha dado náuseas y el dulce del pastel me repugna.

—Bueno, dado que estás ocupado, me voy —escupo con veneno y reproche.

La tal Margot me mira con aire de superioridad y sonríe.

—Sí, estaremos muy ocupados —comenta alusiva y mira a Brett con complicidad.

Qué asco.

—Me imagino... —mascullo entre dientes. Me levanto de la silla dispuesta a irme, pero Bratt me intercepta.

—No te vayas tan rápido. Por favor —acentúa la última palabra y me mira con ruego.

Infeliz.

Entiendo lo que sucede a la perfección, lo que provoca que la incomodidad que siento aumente.

—¿Me acompañas a la salida? —Lo miro con cara de pocos amigos. Bratt asiente con una sonrisa nerviosa porque ha de imaginarse la razón de mi pedido.

—Margot, pídele a Chely todo lo que desees; vengo en un momento —se dirige a su amiga con fingida cortesía.

—Amorcito, lo único que deseo es estar contigo. Puedo acompañarte a despedir a... —Me mira con desprecio—. No me has dicho quién es ella.

—Ella es Serena, mi mejor amiga —me presenta.

—Creí que yo era tu mejor amiga —reprocha con una mueca de disgusto.

—Pues creíste mal, Margot. Ahora, si me disculpas, voy a acompañar a mi pecosa hasta el estacionamiento.

—¿Tu pecosa?

Me parece que no le agradó eso.

—Sí, mi pecosa. ¿Algún problema?

—No me gusta esa confiancita que se tienen —reclama como si fuese una niñita.

—No empieces, por favor —advierte él con una calma que intimida, lo que significa que está hablando en serio.

—Bratt, ¿vienes o no? —cuestiono fuera de mis casillas. ¿Quién se cree esta tipa que es, para meterse en mi relación con Bratt?

—Disculpa, pero él está hablando conmigo —interviene ella con aire soberbio. ¡Ay, no la soporto!

Ok...

Mejor me calmo…

—Disculpa, pero yo estoy hablando con él —contraataco con ironía y me yergo con los brazos cruzados, de manera desafiante.

Ella mantiene su postura y yo la mía, dando como resultado una lucha de miradas.

—Serena, vamos, debes estar muy cansada —interviene Bratt con nerviosismo. Él me conoce y sabe que no me doblegaré ante esta intrusa, entrometida y creída.

Lo sigo airosa y con una sonrisa victoriosa que denota burla, solo para mortificarla. Ella, por el contrario, parece que explotará en cualquier momento por causa de la rabia.

Una vez llegamos al estacionamiento de la mansión, Bratt se recuesta del vehículo de mamá y suspira.

—¡Esa mujer es una espina en el trasero! —se queja, dejando salir todo el aire en un resoplido largo.

—Eres increíble, Bratt. ¿Por qué traes tus revolcones a la casa de tu abuelo? Él tiene razón cuando te llama irrespetuoso. —Lo miro con ganas de estrangularlo.

—No hago eso, Serena; ¿cómo crees?

—¿Entonces? Reconocí ese "por favor" y mirada de tonto allí adentro.

—Es que esa loca quiere volver a colarse en mi cama...

—¡No te entiendo! —lo interrumpo—. ¿Es o no es una de tus conquistas de una sola noche? Aunque, a jugar por su apariencia, no parece ser de esas mujeres que van a los bares a cazar prospectos ricos.

—No lo es. Si me dejaras hablar, entenderías lo que sucede —increpa hastiado.

—Bien, explícate.

—Conocí a Margot en el extranjero cuando estaba haciendo la especialidad en radiografía. Salimos varias veces y tuvimos sexo casual. Todo estuvo claro entre nosotros al principio, pero luego ella empezó a tomarse atribuciones que no le correspondían y me alejé.

»Después de un tiempo sin saber nada de esa bruja, ella me buscó y le dije que regresaría a mi ciudad natal, de una forma sutil para que no sonara a que la quería bien lejos de mi vida; hasta le mencioné que fue lindo conocerla. Creí que me había deshecho de ella, pero un mes atrás se apareció en el hospital. Y ¿sabes qué es lo peor? Días después descubrí que es la modelo que usarán en una de las empresas de la corporación Nissón, desde entonces, no me deja tranquilo.

—¿Por qué no le dices la verdad? Es sencillo, escucha con atención lo que le dirás: "Oye, tú, ya no te soporto así que déjame en paz". Listo, tan simple como eso —digo con toda mi tirria. Él suelta una risita ante mi maldad y crudeza.

—Lo he intentado, pero ella no me deja hablar y... —Se rasca la cabeza.

No puedo evitar entrecerrar los ojos y observarlo de forma acusadora.

—Ni que ella te tape la boca. —Me cruzo de brazos.

—En realidad sí lo hace... —deja salir una risita nerviosa—. Esa mujer se me tira encima como gata en celo y no me da chance a reaccionar. Ella besa tan rico que se me olvida hasta mi nombre, imagínate lo que hace en la cama.

¡Ah!

—¡No me quiero imaginar eso! ¡Qué asco! —grito escandalizada y asqueada. No puedo creer el cinismo de este hombre—. Eres de lo peor. ¿Sabes qué es lo que te mereces? Que una de tus locas te corte el pito, a ver si así empiezas a comportarte como un adulto y no como un adolescente calenturiento y con las hormonas revueltas. Tú nunca cambias, estás cada vez peor. ¡Adiós, imbécil! —Lo empujo con rabia.

—¡Ah, no! De mi tú no te despides así, pecosa. —Me agarra por la cintura y me alza, acto seguido, me llena las mejillas de besos sonoros.

—¡Suéltame, tarado! —me remuevo con brusquedad mientras le golpeo los hombros con mi palma.

—Quien debe estar enojada es Margot, no tú. Ya deja de sermonearme y dime si aceptas ir al cine el sábado, para que recordemos viejos tiempos. —Esa invitación hace que me tranquilice.

—Tú pagas todo por hacerme pasar un mal momento —le digo, luego le beso la nariz.

—Yo no te he hecho pasar ningún mal momento. —Entorna los ojos y me besa la mejilla.

—Lo hizo tu modelo obsesiva, pero ya no importa. Haber chismoseado de ella me ha calmado. Nos vemos el sábado a las siete, donJuán. —Voy a besarle la mejilla, pero al él moverse, creo que, para hacer lo mismo, nuestras bocas se encuentran.

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