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Capítulo 6. Adaptación.

Capítulo 6.

Adaptación.

Valentina le enseña a Ricardo todo el proceso de cultivo, cada detalle, cómo sacan los granos de cacao, cómo preparan las semillas y sacan el café y el chocolate en sacado para llevar a la fábrica y ser procesado y enviado a las grandes industrias. Ella personalmente prepara su café especial que le enseñó a hacer su madre y se lo da a probar.

—Tómelo, lo ayudará con la resaca.

Ricardo no lo duda, toma de su café siguiéndola con la mirada.

—Patrona, ya están listos los cultivos.

—Vamos a contarlos, y luego los subiremos en la balanza.

—Sí, patrona.

El hombre se aleja; Ricardo nota que ella tiene una tableta. Tampoco es que hacen las cosas a la antigua; sabe por uno de los empleados que ella implementó la tecnología para los registros en la hacienda, ya que antes se perdían los cuadernos. Ella personalmente se asegura de que todo esté en orden, contabilizando los sacos de producción, marcándolos y pensándolos. Todo el registro ella lo toma y apunta; incluso lleva el control de la cantidad de productos que lleva cada camión y la placa de cada vehículo, para que no haya extravío de ningún tipo.

—¿Lo ve? El sistema es fácil, todo por medio de un Excel, lo que me permite enviarlo a la fábrica sin tener que ir personalmente como lo hacíamos antes, nos ahorramos mucho tiempo, una hacienda con tantas producciones es difícil de manejar, por eso siempre empiezo aquí, por los cultivos, cada área asegurada con cámaras de seguridad, no hay nada que entre o salga por las puertas Montenegro, sin qué sea monitoreado, tenemos aproximadamente 300 empleados, entre cultivadores, ganaderos, servicio, servicio de limpieza, veterinario… entre otro, empezamos desde aquí…— Ella incluso le enseña un plano de la hacienda en 3D lo que le permite ver a Ricardo él imperio que a creado su abuelo.— Área de cultivo, ganadería, procesamiento, la hacienda, la cabaña, aquí hay un río que parte por los canales de conducto y son los que nos surte agua para los cultivos y los baños, y otro del otro lado que nos proporciona el agua potable, todo aquí lleva un proceso, pero por hoy solo puedo enseñarte esta área, vas a llegar tarde con el abuelo, ya te espera.

—Bien, que tengas buen día, Valentina.

—Usted también, joven. —Ella lo ve alejarse; es un hombre de pocas palabras, pero analiza todo. —No me dijo si le gustó el café.

Ricardo la mira con seriedad mientras se sube a su cabello.

—Está muy bueno, gracias.

Ella le sonríe ligeramente, observando cómo se aleja; ella cierra los ojos, pensando lo difíciles que serán estos tres años.

*

Valentina continúa con sus deberes hasta la hora del almuerzo en que llega a la hacienda, notando que hay visitas en el lugar. Mientras se va adentrando, ella nota a algunos ganaderos reunidos con su esposo y su abuelo, lo que la lleva a detenerse en la entrada.

—Buenas tardes. —Informa con su llegada.

—¡Bienvenida! —dice un hombre mayor que la enfoca con entusiasmo y clara distracción.

—Señorita Valentina… —dice otro hombre más joven, quitándose su sombrero al verla.

—Buenas tardes, señor Corgan, joven Morgan.

Valentina mantiene su actitud serena saludando con formalidad, mientras es el centro de atención del lugar.

—Valentina, hija, siéntate junto a tu esposo. Corgan, Morgan, olvidé comentar que Valentina y mi nieto Ricardo ahora son esposos.

—¡Oh, sí! —El hombre la mira con pesar, enfocando a la pareja que intenta mantenerse cerca.—Tienes mucha suerte, muchacho, toda una belleza, inteligente y capaz, sin duda digna de ti.

Ricardo desliza su mano por el cabello de Valentina, bajando lentamente por su espalda, causando en ella un extraño escalofrío que la hace estremecer. Su mano reposa detenidamente sobre las caderas de Valentina, quien lo mira, siendo correspondida por Ricardo, que comparte su contacto visual, acariciando su mejilla mientras responde a la acotación del hombre que no deja de comerse a su esposa con la mirada, al igual que su nieto, quien no le quita la mirada a Valentina.

—La tengo, sin duda, parece que a muchos del pueblo les interesa mi esposa —responde, enfocando por fin al hombre con frialdad, sin soltar a Valentina, quien apoya su mano sobre el regazo de Ricardo, mirando incómoda a Pablo.

—Debe ser porque muchos de por aquí saben la joya que tienes; siéntete feliz y orgulloso, por lo menos tienes la certeza de que es tuya; nadie se atreverá a ni siquiera pensar en mirarla.

Pablo nota la tensión entre los nietos de ambas familias: Ricardo no le baja la mirada a Morgan y viceversa, lo que inquieta a Valentina, conociendo los intereses de Morgan hacia ella.

—Bueno, Corgan, me alegro de verte. Valentina, ¿todo en orden con el vacuno?

—Sí, abuelo, los verifiqué personalmente.

—Perfecto. —Se levanta y todos se levantan a su vez.

—Ya es momento de que me retire; gracias por el trago Montenegro, me alegro de verte.

—A mí también, viejo amigo, no te pierdas.

—No lo haré; vendré a visitarte cuando esté de paso. Ricardo, muchacho, una vez más bienvenido al campo.

—Muchas gracias —responde Ricardo siendo formal.

—Valentina. —Valentina toma la mano de Ricardo apoyándose en él, sin acercarse al hombre mayor mientras ignora la mirada de Morgan.

—Me dio gusto verlo.

—A mí también, muchacha, me han contado mucho de ti. Es una lástima no haber estado en la ciudad para tu boda; todo fue muy rápido, pero les deseo felicidad y abundancia.

—Se lo agradezco, gracias por su visita.

—Te acompaño a la entrada. —exclama Pablo.

Los mayores se alejan mientras que Ricardo permanece en su lugar sin quitarle la vista al hombre frente a él.

—Valentina, me dio gusto verte. —Hace una señal con su sombrero.

—Igualmente, mente, Felipe.

—Permiso.

Se retira, liberando la tensión; ella se aleja de Ricardo y este la mira analítico.

—¿Exnovio o pretendiente?

—Hijo de un narco de Tijuana. —Responde con indiferencia Valentina.

—¡Vaya pretendientes que te gastas! —responde con arrogancia.

Valentina no hace ningún comentario, se sienta lejos de él hasta que ve llegar a Pablo.

—Vengan a comer.

Ambos se levantan, caminando al comedor. Valentina le pasa el informe del día, dándole los reportes necesarios.

—Se han dividido las vacas, desparasitadas y vacunadas.

—Bien, mañana pasaré por la fábrica; iré con Ricardo después de que hagan el recorrido. Voy a verificar que todo esté preparado para enviar a América.

—Como ordene, señor. Quería informar que hay que ir por las semillas para la siembra, ¿puedo ir?

—Irás con Ricardo cuando vengamos de hacer el envío.

—No es necesario que me acompañe, abuelo; puedo ir al centro por mi cuenta.

—Por ahora lo mejor es que vayas con tu esposo, después del recreo de Morgan; prefiero mantenerte segura.

—Parece que todos insisten en tenerla, ¿acaso ella les ha dado motivos?

—No te atrevas a repetir eso… —Golpea Pablo la mesa con frialdad.— Tú tienes que entender que una muchacha como Valentina, cuidada, respetable, educada, trabajadora, hermosa, es el deseo de muchos pueblerinos y amigos de lo ajeno. No es que ella se insinúe a los hombres; simplemente, con solo mirarla, pueden notar el valor que tiene, pero parece que tú no lo entiendes.

—Quizás porque mujeres como ella en América hay muchas; allá no llamaría demasiado la atención. Parece que las personas aquí se deslumbran de nada.

Valentina lo mira; ella se levanta de golpe mirando a Pablo.

—Disculpe, abuelo, me retiro.

Valentina no espera respuesta; ella sale sintiendo una presión en su pecho, dejando atrás la escena inquietante que la impacienta por salir corriendo.

—¿Tienes idea de lo que has dicho? Cometes un error grave, Ricardo, estás peor de lo que pensé. Abre los ojos y mira lo que tienes frente a ti; yo jamás llegué a comparar a tu abuela con otras mujeres. Le has faltado el respeto a tu esposa; es una buena mujer, no la lastimes, porque podría ser demasiado tarde cuando te des cuenta de lo que te he ofrecido. Ve y discúlpate con ella. FUERA, VE A BUSCARLA.

Ricardo se levanta tenso de la silla y sale sin intenciones de ir tras ella, se sube a su caballo y busca la salida de la hacienda, siendo perseguido por hombres de seguridad que lo escoltan por el pueblo.

*

Valentina, por su parte, va al río, se sumerge en las aguas termales libremente, sabiendo que a ella le encanta ir a nadar a ese río. Pablo instaló cámaras a su alrededor y los obreros tienen prohibido acercarse al área, lo que le permite a Valentina nadar tranquila, intentando desahogar su enojo.

—Para él soy menos que nada, ¿cómo se atreve a compararme con otras mujeres? ¿Quién se ha creído ese imbécil?

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