Al día siguiente, Diana se despertó mareada y con un fuerte dolor de cabeza, además, estaba amarrada a la cama.
―¿James? ―preguntó al verlo a su lado.
―Dianita, cariño, ¿cómo te sientes?
―Mal, ¿qué me pasó?
―Lo siento, tuve que amarrarte anoche.
―¿Amarrarme? ¿Por qué?
―Me atacaste. O eso quisiste.
―¿Y eso por qué? No recuerdo nada después de la cena.
―Lo que pasa es que te sedé anoch