CAPÍTULO 34: ILUSIÓN DE UNA NOCHE
Llegamos a la casa y Ricardo está prácticamente muerto en el asiento de atrás. Se quedó dormido luego de echarme la culpa de su estado, como si yo lo hubiese mandado a beber así.
—Señor Díaz, por favor ayúdeme a llevarlo arriba.
—Por supuesto, llama a algunos vaqueros, no podré yo solo.
Entro a la casa y le pido a Tamara que consiga un par de vaqueros para que lleven al señor Velazco a su habitación. En cuestión de minutos dos hombres bien fornidos salen a la entrada principal y lo cargan a cuestas como si fuese un costal de papas.
Lo recuestan con cuidado en su cama y se despiden para seguir con sus labores.
—Señora Isabella, ¿le traigo algo para el malestar? —pregunta Tamara.
—Sí, tráele una aspirina, mucha agua y un pañuelo húmedo.
Ella asiente y sale de la habitación para traer todo lo que le he pedido. Mientras tanto, empiezo a desvestirlo. Saco sus zapatos, desabrocho la correa de su pantalón y desabotono su camisa con cuidado.
Esta es la pri