Las Interrogantes
El sonido de un goteo lejano y el aroma a madera envejecida y cera derretida invadieron los sentidos de Ilya mientras despertaba. Su cabeza latía con un dolor sordo y el ardor en su espalda le recordó el zarpazo envenenado que había recibido. Parpadeó, tratando de enfocar su entorno y lo que vio lo dejó momentáneamente desorientado.
La habitación parecía sacada de una pintura gótica: paredes de piedra oscura cubiertas parcialmente por tapices rojos bordados en hilo dorado, candelabros colgantes que proyectaban sombras danzantes sobre los techos abovedados y un ventanal de vidrios tintados por donde se filtraba la luz tenue de la luna. El suelo de madera crujía con cada paso y en una esquina, un enorme escritorio de caoba estaba abarrotado de pergaminos y frascos misteriosos.
Intentó mover el brazo, pero un frío abrasador lo detuvo. Bajó l