56. Tú no me vas a destruir
La vio alejarse con la espalda erguida y los hombros temblando.
No fue tras ella.
Pero dentro de él, todo se desmoronaba.
Su lobo rugía por salir.
Por ir tras ella.
Por hacerle entender que esa maldita frase era una mentira total porque Delia ni siquiera podía acercarse sin que la repeliera. Después de qué había echado a Lana de su habitación, Eryx había salido buscando distraerse, entonces Delia había aparecido seduciéndolo, pasó sus manos por su cabello, y por su camisa, desordenándola, por un momento había pensado que era buena idea para sacarse a Lana de su cabeza, porque aquellos pensamientos no eran propios de un Alfa poderoso como él, sin embargo, cuando Delia rozó sus labios con los suyos, el rechazo fue automático, no la quería cerca, su mente evocó la imagen de esa hembra otra vez como un recordatorio perenne que la deseaba urgentemente, hasta que ella había parecido con Caius, volviéndolo loco de celos y haciendo que su lobo estuviera a punto de salir.
De no ser porque