120. No voy a dormir contigo
—Se llaman... —Lana tuvo que inhalar para decirlo como si la palabra fuera íntima—. Sarah y Samuel.
—Sarah... —repitió él ronco, probando el nombre en su lengua—. Y Samuel.
Su sonrisa se volvió suave y peligrosa.
—Son perfectos. Son nombres fuertes. El tipo de nombres que llevan los hijos de un Alfa.
Lana lo fulminó con la mirada.
—No son "hijos de un Alfa". Son mis hijos.
Eryx sonrió despacio y triunfante.
—Lo son —admitió él—. Pero también huelen a mí.
Ella también se había dado cuenta desde que el aroma de sus cachorros se mostró después de bañarlos.
—Nuestros perfectos cachorros —susurró él sosteniendo a Sarah contra su pecho.
—No digas "nuestros" —gruñó ella tratando de encender la rabia para apagar ese calor inesperado en su vientre que seguía creciendo cuando él se acercaba o la miraba como justo ahora.
Eryx la observó atentamente con fascinación.
—Te molesta que esté orgulloso —dijo él acercándose un poco más, como si saboreara su reacción—. ¿Por qué?
—Porque no tienes derecho