Elizabeth.-
Observo como Mila se va con Bastián a su oficina, ambos tomados de la mano. En mi rostro comienza a dibujarse una sonrisa. En los últimos días mi guapo y a veces amargado esposo me ha dado más que una lección, si alguien como él con todo lo que le ha tocado vivir en los últimos años ha logrado hacer un espacio en su corazón para esa pequeña y para mi ¿Por qué yo no puedo aceptar ese cambio?
Sé que mi arranque se deben a mis miedos de fallar como lo hice con Katia, nunca me perdonaría fracasar con Mila, por eso no me encariño más de la cuenta con ninguno de mis niños y suelo ser tan estricta en llevar el centro correctamente, me derrumbaría por completo si llego a fallar en protegerlos.
— ¿Qué miras? – La voz de mi amigo me saca de mis pensamientos, fijo mi mirada en el pasillo que da a la oficina de Bastián. Ambos se perdieron de mi vista, parpadeo varias veces mirando a Joel.
— Nada, uhm… quiero pedirte algo, pero prométeme que no vas a burlarte de mí –Asiente levantando