Bastián.-
Las palabras de Elizabeth fueron duras, pero ¿Cómo no podía ver que solo intentaba ayudar a Mila a tener una vida mejor de la que ha tenido hasta ahora? ¿Cómo no podía ver que solo intentaba ser un mejor hombre del que fui en el pasado? ¿Cómo no podía darse cuenta que yo ya no era ese hombre que describió? ¿Que no se lo di a entender fuerte y claro con todo lo que he hecho para hacerla feliz?
Miré hacia el lado de mi cama vacía, tuve que viajar solo de regreso a Chicago. Elizabeth llegó hace unas horas, sin dirigirme la palabra y se encerró en la habitación que era la suya anteriormente, necesitaba darle su espacio para calmarse, era todo lo que podía hacer, por ahora.
Listo para comenzar el día, me doy un último vistazo al espejo colocándome el parche del que soy esclavo. Cuando llego al comedor Mila está sentada con Zeus levantado sobre sus patas traseras suplicando por un bocado, moviendo su cola y la niñera que había contratado una señora de unos cuarenta años fanática