Cap. 84: Orgullo herido.

Teo bajó un poco la cabeza, pero no el tono de voz.

—Yo no quiero que Lisandro siga molestándote, mamá —dijo con firmeza—. Por eso decidí buscarle una novia.

Lisandro lo miró, primero desconcertado, luego dolido. Dio un paso hacia él, con las cejas fruncidas y el rostro sombrío.

—No tienes que mentir para defender a Iker —murmuró, con un deje amargo que apenas logró ocultar.

Teo alzó la cabeza, y sus ojos ambarinos lanzaron un rayo de indignación.

—¡No estoy diciendo mentiras!

En ese momento, como si hubieran estado esperando su turno tras el telón, aparecieron Mara y Armando. Mara avanzó con paso decidido, los rizos rubios rebotando sobre su frente y los brazos cruzados con teatralidad.

—Eso es cierto, señor amargado —dijo con el tono indignado de una pequeña que no tolera la injusticia—. Teo no dice mentiras. Porque nosotros lo ayudamos.

Armando se encogió de hombros, como quien acepta su destino de científico travieso.

—Le mentimos a mi hermana mayor —admitió—. Le dijimos que todo
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