Cap. 62: Perdiste la oportunidad de amar bien.
—No digas eso, Lisandro —murmuró Amelia, con la voz tensa, sin apartar la mirada—. No puedes seguir confundiendo el amor con la obsesión.
Él la observó, con los labios resecos y una obstinación que sobrevivía a cualquier herida.
—No me importa lo que digas. Aunque ese hombre tenga mi sangre, no voy a rendirme. Voy a luchar por ti.
Amelia contuvo el impulso de responder con ira. Había aprendido que discutir con él era como hablarle a una pared. Aun así, su pecho se contrajo.
—Luchar… —repitió con amargura—. Siempre fue eso contigo, ¿verdad? Una guerra constante. Nunca supiste amar sin herir, sin medirlo todo como si fuera una competencia.
Lisandro intentó incorporarse. El gesto le provocó un gemido bajo, pero aun así extendió la mano hacia ella.
—Quédate un rato más. No quiero que te vayas así.
Ella vaciló un instante. Luego se sentó al borde de la cama, manteniendo distancia.
—Solo un momento.
Él respiró con esfuerzo, buscando palabras.
—Mi madre no me perdonará nunca. Y la empresa se