Cap. 31: Recolectando muestras de ADN.
Amelia permaneció sola en su oficina por unos segundos. Cerró los ojos, contuvo el temblor en sus dedos, y respiró hondo, buscando recomponerse.
No podía dejar que Lisandro volviera a desestabilizarla. Ya no.
Se alisó la blusa con las palmas, se recogió un mechón rebelde tras la oreja y salió con paso firme, cruzando el pasillo hasta la sala de trabajo. Iker estaba de pie frente a una pantalla flotante, revisando proyecciones de compatibilidad entre Genius y Aurora, con una ceja levemente arqueada, concentrado.
Cuando ella entró, él alzó la vista de inmediato. Bastó una mirada para notar que algo no estaba bien. Amelia, no lloraba, no se desmoronaba. Pero sus pupilas estaban dilatadas, la piel del cuello tensa, y el leve fruncir de sus labios delataba una tormenta interna que aún no tenía nombre.
—¿Todo bien con Elizalde? —preguntó él, directo pero sin invadir. Su voz fue baja, medida, como si supiera que cualquier palabra brusca podría hacerla romperse.
—Sí. Solo… temas de la empresa