El padre de mis hijos.
Me encontraba en el asiento del pasajero, sintiendo cómo el murmullo del motor se fundía con los latidos acelerados de mi corazón. Oliver, con esa mirada enigmática que siempre supo atreverse a todo, se mantenía en silencio, mientras contemplaba nuestras manos entrelazadas.
—¿Sigues nerviosa? —Inquirió en un tono bajo. Yo negué y le dediqué una breve sonrisa mientras me recordaba en su hombro y al igual que él mantenía la vista en nuestras manos.
Nunca pensé que podríamos estar de esta manera, los dos juntos disfrutando el uno del otro, aunque confieso que en mis sueños más inmersos este siempre era el desenlace.
Ojalá todo permanezca igual, por muchos años más. No. Sería bueno si permaneciera así hasta el día de mi muerte.
—¿A dónde vamos ahora? —No pude evitar preguntar, estaba tan emocionada, pero a la vez tan ansiosa que mis dedos temblarían si Oliver no estuviera sujetándolos.
—No te preocupes. Tú solo observa. —Respondió él, con una voz suave que hasta el momento solo le había