El corazón de Frank se estrujó con la sonrisa de Rayan, y más cuando lo vio subiéndose las gafas rotas.
—Frank, tal vez no sea buena idea que salgas otra vez hoy. Lo mejor para ti será evitar a la gente. —opinó Carmenza preocupada. —Yo puedo acompañar a Cataleya y a Rayan.
—Ni pensar Carmencita. —refutó Frank. —Estoy decidido a estar con Rayan hoy, y nadie me impedirá hacerlo. Menos los buitres de la prensa, además, ¿qué es un escándalo más para Frank Mattson? —se burlo abriendo la puerta para Cataleya y Rayan. —Si llama mi madre, dile que es todo cierto lo que dicen de mí, y que soy aún peor de lo que se imaginan.
—No pienso darle ese disgusto a tu madre, Frank. —resopló Carmenza y él le lanzó un beso antes de decir algo más sin que Cataleya o Rayan pudieran escucharlo.
—Para la señora Corine Mattson, yo soy un disgusto desde el día en el que me trajo al mundo. Fueron sus propias palabras, Carmencita, no lo olvides.
Carmenza miró la portada de la revista, leyendo los nombres de