Me di una ducha rápida y salí del baño, luego entré al armario donde guardaba mi ropa. No creía que todavía estuviera allí, pero quizá encontraría algo escondido que pudiera usar para mi cita médica.

No quería ir, pero Liam tenía razón: no sabía cuánta fuerza le quedaba a mi cuerpo. Y no podía dejar a mis hijos, sobre todo si teníamos que seguir huyendo.

Para mi sorpresa, toda mi ropa seguía allí. No podía creer que aún después de seis años nadie hubiera vaciado ese armario. Tomé algunas prendas y me vestí. Escuché un ruido detrás de mí que me hizo dar un salto, pero cuando giré vi a Mia sonriéndome.

—No dejó que nadie tocara tus cosas. En serio, Aims. Él fue el único de nosotros que creyó que seguías viva.

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante sus palabras. Claro que pensaron que estaba muerta, debía haberlo estado. Los ojos de Mia brillaban con lágrimas contenidas.

La miré con tristeza. —Lo siento tanto.

No supe qué más decir.

Ella sonrió con tristeza. —¿Por qué no nos contactaste?