Cuatro años después.
—¡Griffon! ¡Más despacio, te vas a caer! —Le grité mientras corría hacia el columpio. Griffon era mi pequeño temerario. Sin importar cuál fuese el reto, siempre lo enfrentaba. Eso me convertía en una madre nerviosa… al igual que a su tía y a su tío, aunque claro, Nick lo manejaba mejor que yo.
Heather, en cambio, era un ángel dulce. Siempre tierna, atenta y llena de amor. Podía percibir cuando alguien estaba de mal humor e intentaba animarlo por todos los medios. Ambos se complementaban perfectamente: Griffon siempre era el protector y Heather la salvadora.
Los observaba jugar en el parque, estaban en medio de un juego de rescatar a la princesa, donde Nick era el dragón. Me parecía hermoso verlos disfrutar de ser niños. En realidad, podían serlo más seguido de lo que alguna vez imaginé. Normalmente permanecíamos en un lugar alrededor de un año antes de tener que mudarnos. Eso no les daba mucho tiempo para hacer amigos, pero parecían felices en nuestra pequeña burbu