Cuando me desperté y me di cuenta de que Amy no estaba a mi lado, supe al instante dónde estaba. Se había pasado todo el día mirando fijamente su casa.
Había notado que sentía algo, pero no quería hablar conmigo sobre ello. No me di cuenta de lo que estaba planeando hasta que me acerqué a la casa y olí la gasolina.
Sabía que algún día se arrepentiría, pero ¿quién era yo para decirle que no? Eso era lo que había decidido hacer, y quizá así se sentiría mejor, ya que no tendría que preocuparse por levantar la vista y ver el dolor que había sufrido en esa casa. Tal vez eso le trajera alivio.
No sabía qué ocurriría después, lo único que tenía claro era que no iba a dejar que cargara con todo el peso ella sola. Si algún día miraba atrás y se arrepentía, sería mejor que me culpara a mí. Por eso no le pregunté si estaba segura, porque aun así podría haberse echado la culpa a sí misma. De esta manera, nunca sabría si pudo haber cambiado de opinión en el último momento, solo sabría que yo había