No pude ir a ver a Amy esa noche. No podía sentarme en una habitación con ella, sin poder abrazarla ni besarla, fingiendo que estaba bien con su partida. Sabía que perdería el control, y no quería que me odiara aún más por no facilitarle el hecho de irse.
Dallas estaba molesto y dijo que le había afectado que no la visitara, pero sentía que la habría molestado más estando allí.
Miré el reloj: eran las dos de la madrugada. Solo cuatro horas más para que Amy se fuera. Maldición. ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía obligarla a quedarse. Ni siquiera me hablaba en ese momento. Dallas estaba dormido en el sofá de mi habitación; dijo que quería quedarse a dormir aquí porque debía levantarse temprano. Yo todavía no había decidido si quería despedirme… no sabía si podría resistir las ganas de cargarla sobre mi hombro y traerla de regreso a mi casa.
Escuché la puerta de mi casa cerrarse de golpe y a alguien gritar mi nombre. Salté de la cama y corrí hacia las escaleras encendiendo las luc