Capítulo 2 Un nuevo trabajo.

Narra Dalia

—¡Rose! Apúrate por favor o se te hará tarde para la escuela. —Siempre es lo mismo con ella.

Todas las mañanas debo cuidarla, ya que no tengo un trabajo, y los que había tenido, me corren por falta de presentación en mi apariencia, pues que mal, soy inteligente, además, no pienso verme “hermosa” para eso tengo mi trabajo nocturno, la paga no es mala, sin embargo, no lo suficiente para mis gastos.

—Ya estoy lista, mami. —Rose es mi hija de 4 años, el padre de ella nos abandonó por irse con su novio. Muy decepcionante. Ni hablar.

Tenía una hermana de la cual no tengo muchos recuerdos, mis padres al separarse nos separaron, he intentado buscarla, pero nada.

Ayer fui a una entrevista de trabajo en una de las empresas más importantes del país, “McCarthy Corporación” dijeron que llamarían, pero debo ser realista nadie me va a contratar mientras me siga viendo de esta manera.

—Si no te llegan a contratar, puedes trabajar conmigo. —Me dice la señora Melisa, quien tiene una repostería, sin embargo, yo no estudié para esto.

—Yo se lo agradezco, en verdad. —Digo y me sonríe con ternura.

Le pago el pastelito que compré y salgo de ahí. Este es el postre favorito de mi pequeña, un pastelito de fresas y crema batida.

Voy de regreso a casa y hacer el quehacer, y mantenerla limpia aun cuando no tenga visitas.

Reviso mi teléfono por si llamaron y no haya escuchado… nada.  

Una hora más tarde.

El sonido del móvil me despierta y respondo sin ver quien es.

—¿Diga? —Digo en medio de un bostezo.

—¿Srita. Carter? —Escucho la voz de un hombre y reacciono.

—Si, ella habla. —ojalá que sea lo que estoy pensando.

—Le llamo para darle la noticia que está contratada. Y si puede comenzar mañana. —¡¿Qué dijo?! Debo estar soñando.

—Por… por supuesto que sí. —¡No lo puedo creer!

—Perfecto, mañana la esperamos. —Dicho eso, cuelga y yo brinco de felicidad.

—¿Por qué mami está feliz? —escucho la voz de mi hija y voy hasta ella y la abrazo con amor.

—Porque a mami le dieron un trabajo en una empresa muy importante. —Digo y la veo sonreír.

—¡Oye! ¡Felicidades! —Dice Megan, mi mejor amiga. Ella me ayuda a cuidar de Rose cuando me voy por las noches a mi otro trabajo.

—Si y mañana comienzo. Al fin podré darle una mejor vida a mi pequeña. —Aunque seguiré trabajando en el “Egyp” al menos hasta que establezca mi economía.

—¡Bien! Vamos a celebrarlo. —Dice mi amiga y voy por el pastel, la verdad que es una excelente ocasión para celebrar mi nuevo trabajo.

—¡Qué rico! —dice mi pequeña Rose mientras le limpio su carita que le quedó un poco de merengue del pastel.

—Me alegro de que te haya gustado. Bien mi pequeña rosa, ve a lavarte tus dientes, para que te pueda arropar. —Digo y ella obedece.

—Me alegro en verdad que te dieran en trabajo. —Megan siempre ha sido una persona, además de hermosa, carismática y sincera.

—La verdad sentía que no tendría muchas esperanzas de que me lo dieran. —Tan sólo por mi apariencia.

—Pues ya viste que sí. Además, eres una mujer muy bella, no entiendo por qué te escondes con toda esa ropa y peluca. —Si lo que menos quiero es llamar la atención.

—No quiero que me contraten por mi apariencia, sino por lo capaz que soy de hacer mi trabajo. —Y eso es verdad.

—Si, pero estas explotando esa belleza en ese lugar. Ya deberías dejarlo y más que has conseguido un excelente trabajo. —Dice y me quedo pensando un momento y procesando sus palabras.

—Tienes razón, sin embargo, lo haré cuando me vaya muy bien para solucionar mis problemas financieros. —Asiente y me abraza.

Voy a ver a mi pequeña y ya se encuentra durmiendo, me acerco y dejo un beso en su mejilla. Me voy a mi habitación para arreglarme, me guste o no tengo que seguir con ese trabajo.

—¡Estás hermosa, mi reina! —Dice Becky mirándome de pies a cabeza.

—Gracias. —Yo simplemente me sonrojo.

—No sé por qué no te pones guapa para el mundo. —Tiene las mismas ideas que Megan.

—Ya te lo he dicho. —Me hago la molesta.

—¿Y así quieres conseguir un buen partido? —Después de que me dejó Franco, no que querido salir con nadie más.

—Sabes que no busco eso, sólo somos mi pequeña y yo. —Sé cómo suena, pero es la realidad.

—Eso lo quiero ver. — ¡Dios! Dame paciencia, por favor.

Llega mi hora del espectáculo, salgo con un vestido dorado y un antifaz, de hecho, soy de las pocas que lo usan, no quiero que algún día me reconozcan en la calle, es lo que menos quiero. Miro a un hombre muy guapo mirándome desde la barra, ya lo había visto antes, siempre oculto entre las sombras, debe ser alguien muy importante como para hacerlo. mejor me dedico a lo mío. Su mirada es una mezcla de lujuria y pasión. Me pone nerviosa.

Termino y todos me aplauden, mientras que otros me lanzan rosas rojas, soy la favorita del lugar, pero no por eso haré menos a mis compañeras.  

—¡Felicidades! —Las chicas me abrazan.

—Gracias. —Sonrió con sinceridad.

Salgo por la parte de atrás del club para tomar aire, iba con mis pensamientos revueltos, porque en cuanto llegue a dejar este lugar no veré seguido a las chicas.

Choco con alguien y me disculpo, lo miro y es el mismo hombre de la barra, de cerca es mucho más guapo, sus ojos son azules como el mar, su cabello es claro y su barba, ¡Dios! Es muy sexy.

—¿Mariana? —¡¿Qué dijo?! Acaso ¿Él conoce a mi hermana? No lo creo, no sé nada de ella desde que nos separaron.

Entonces ¿Por qué me siento extraña? Mariana y yo somos gemelas y no dudo de su belleza, es sólo que quiero ser diferente y no llamar mucho la atención. Pero si me intrigó ese hombre. Espero no volvérmelo a encontrar.

A la mañana siguiente…

Me estaba preparando para comenzar a trabajar, y para ser honesta, me encontraba muy nerviosa, no sé como sea mi nuevo jefe, si es una persona tranquila o, todo lo contrario, ya lo veré cuando lo tenga de frente.

—Mami, ya estoy lista. — Dice mi pequeña Rose, hermosa como siempre.

—Bien mi pequeña rosa. — nos tomamos de las manos y salimos de la casa, un taxi ya esperaba por nosotras.

—Ten, mami. —Rosie me entrega un dibujo con nosotras dos.

Llegamos a la guardería en donde la miss ya esperaba por ella.

—Gracias, mi niña. Es hermoso. — Digo con una gran sonrisa.

—Es para que no estés triste y siempre sonrías. —Me pongo a su altura y nos abrazamos.

Nos despedimos y me subo al mismo taxi pidiendo que me lleve a la empresa “McCarthy Corporación” por mas que tarte de calmar mis nervios, me es imposible.

Que todo salga bien es este primer día” lo repito una y otra vez, para tranquilizarme.

Estoy parada frente al enorme edificio, respiro profundamente y tomo todo el valor para entrar.

—Buenos días. —Saludo a esa recepcionista que me miraba y sigue viéndome con desdén.

—¿Qué quiere? —Me habla con mal humor,

—Srita. Carter. Bienvenida. —Me saluda ese hombre guapo. Quien me había entrevistado.

—Buenos días, sr. Lennox. —Sonrío como tonta.  

—Dígame Frank. —me sonríe y guiña un ojo. Es muy guapo.

Me pide que lo acompañe a presidencia, en donde estaré de frente con mi nuevo jefe.

Llegamos y el sr. McCarthy aun no llega. ¡Dios! Yo aun nerviosa y este hombre tarda…

¡No puede ser! Es el cliente del “Egyp” con el que me estaba confundiendo con mi hermana, o sólo lo imaginé, no lo sé.

Frank me presenta con él, sin embargo, me mira como si le produjera nauseas. Ja, idiota, en verdad cree que soy fea. No me importa, yo vengo a trabajar, no conseguir novio, como mis amigas quieren. Después de todo mi disfraz me ayuda mucho.

Entramos a su oficina, Frank no entra y me deja a solas con este hombre tan déspota y frío.

Me explica de cómo serán las cosas aquí, me entrego su agenda y de como quería su café todas las mañanas y que debía estar pendiente de que días iba a querer galletas, que absurdo. Contando que desde que estoy en la oficina no me ha vuelto a mirar.

Salgo de la oficina directo a un cubículo en donde se encontraba una cafetera y me puse a preparar el dichoso café. Se supone que debo estar agendando citas y organizando documentos, y no esto.

Una vez listo, me regreso a su oficina y toco la puerta, me dice que pase, y una vez adentro le dejo su bebida. Y me da “la orden” de ponerme al corriente.

Dame fuerzas para soportar a ese hombre.

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