Le subieron poco después una exquisita cena que le sirvieron en la pequeña terraza de su suite.
A pesar de todo, era maravilloso volver a verse rodeada de la magia de la noche en Fiji. Estaba absorta observando a la gente, las luces y la energía que había en el aire, una energía especial que casi podía saborear. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás dejando que todo lo que la rodeaba fluyera por su cuerpo.
Después de disfrutar de la gastronomía local, llenó de agua la antigua y lujosa bañera y se sumergió en el agua fragante hasta que se sintió más relajada.
Ya pasaba de medianoche cuando terminó de cepillarse el pelo y ponerse crema hidratante por todo el cuerpo. Se metió en la cama segura de que iba a dormir como un tronco hasta la mañana siguiente.
Pero no tuvo esa suerte.
Pasó mucho tiempo despierta, mirando al techo y sin conseguir quitarse de la cabeza al maldito hombre que la atormentaba.
«Hiro estaba allí, en esa misma isla…»
No podía dejar de pensar en él. Y, lo que era