“... El “primer cliente” deslizó las manos a lo largo de mi espalda desnuda, expuesta por el holgado vestido de lentejuelas. Gimió mientras yo hacía lo posible para no romperme.
—Hace años, cuando ese imbécil de Daniels me golpeó y corrió de su casa después de tocar a su zorra, juré que tomaría algo suyo, algo que amara al grado de enloquecer al perderlo.
Hablaba de Katerin, de la historia que me había contado Madame Marie, la ama de llaves: Hace años, hubo una pequeña fiesta aquí, y en un descuido del señor, uno de sus invitados trató de propasarse con la chica. La pobrecilla lloró toda la noche y el señor le dio una verdadera golpiza al hombre antes de mandarlo a la calle.
Ese invitado de años atrás, era el mismo hombre que en ese momento me tocaba.
—Tú y yo haremos que enloquezca de rabia y celos. Haremos que se arrepienta de ser tan prepotente.
Temblé de repulsión cuando me besó un hombro. Pero cuando sus manos se colaron por las aberturas a los costados del vestido, ya