—Evelyn, hoy te ves maravillosa. Más que nunca.
Mi vestido lo había escogido expresamente Sebastián, solo para esa ocasión luctuosa y a la vez festiva: era un vestido largo de seda, de un profundo negro, sin mangas y con un elegante escote de corazón. Era lo más formal y distinguido que había usado hasta el momento.
—Estás preciosa esta noche, Livy. Perfecta.
Tragué fuerte, sin saber sí aceptar su cumplido o no. Y aunque no quería, esas dulces palabras que me dedicó despertaron otro recuerdo de esa vida juntos:
“... Le sonreí y él no dudo en ir a mi encuentro.
—¿Quién eres? —inquirió tomando mi mano, enfundada en un largo guante negro.
Me besó el hombro y yo acerqué mis labios a su oído. Con esos tacones tan altos, casi estaba a su altura.
—¿Qué... le parece? —susurré con voz seductora, mientras todos a nuestro alrededor murmuraban sobre mi aspecto, sobre quién era yo, sobre el señor Demián.
Pero, para mi sorpresa, mi tono seductor le hizo soltar una divertida risita.