MILA
Al fondo del pasillo, veo una puerta roja que parece conducir a un sótano. Maximiliano me toma la mano y me lleva hacia allí. Al abrir la puerta, un olor a humedad y descomposición me golpea. Bajo las escaleras, y el frío y la oscuridad me envuelven.
Al llegar al fondo, veo a una mujer encadenada en un rincón, sobre un colchón sucio y desgastado. La habitación es pequeña y sin ventanas, con paredes de piedra y un techo bajo. El olor es insoportable.
Y entonces la veo. La mujer encadenada es mi tía. Mi corazón se detiene. ¿Qué está pasando? ¿Por qué está aquí?
—¿Qué... qué pasa aquí?—pregunto, mi voz temblando.
Maximiliano se acerca a mí y me mira con una expresión seria.
—Ella representa un peligro para ti y para mí—dice. —Y yo elimino cualquier peligro que amenace a mi mujer.
—¿Qué peligro?—pregunto, confundida.
—Tu tía intentó chantajearme por dinero—dice Maximiliano. —Y estaba dispuesta a poner a nuestros niños en peligro. Por eso está aquí.
Me quedo en silencio, tratando de p