Capítulo 21.
— No puede ser posible— declara el Alfa al mismo tiempo que va conteniendo la rabia que lo consume.

Cada uno de los integrantes del consejo de ancianos va detrás de él en absoluto silencio, a la espera de cualquiera que pudiera ser su reacción.

— ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición ¿quién fue el estúpido que dejó que esto sucediera?!— grita Declan en un arranque de rabia.

Al llegar a los pasillos que dirigían al calabozo el Alfa se detiene un instante, el olor a podredumbre, humedad y sobre todo desesperanza… llegó inundando sus fosas nasales provocando las ganas inminentes de vomitar.

Pero no se daría por vencido, no cedería ante la repulsión que le provocaba estar en este lugar.

Alguien había intentado envenenarlo y la traición jamás era perdonada por él, encontraría al bastardo que estaba en su contra y él mismo le arrancaría la piel a tiras.

Continuó caminando hasta que se encontró en medio de la oscuridad con el calabozo indicado.

— Abre— ordena Alfa Declan sintiendo que su cor
Alana Aguilar

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