CAPÍTULO 24

—Gianna… —su cuerpo se giró completo ante esos brazos que la envolvieron entera.

Ella no supo en qué lugar se habían detenido, pero conocía esta callejuela de una sola vía, que daba con una pared al final de arbustos, y que era poco concurrida.

Sus pies se movieron con la fuerza que Enzo ejerció para adentrarla al callejón, y sus brazos vinieron a envolverla completa, mientras su cabeza reposó en su pecho.

Era tan alto y tan fuerte, y en estos momentos en que sus emociones estaban tan débiles, necesitaba un hombro donde llorar.

No podía contar con su familia ni sus pocos amigos, ¿Cómo les diría que había alquilado su vientre y que de cierta forma su vida se había vuelto un caos?

Olvidó su existencia misma, este era un peso que ella no podía llevar sola, ni siquiera podía controlar sus hormonas que poco conocía ahora, y si no se apoyaba en alguien de forma urgente, se perdería.

—Señor Enzo… —pronunció bajo con un sollozo, y dejó que sus brazos rodearan la cintura del hombre.

Y era cier
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