27. LA SEÑORA IGNACIA
Ignacia se quedó mirándome por un largo rato; sus manos arrugadas se tensaron sobre el delantal y su expresión pareció endurecerse. Hubo un leve destello en sus ojos que no supe descifrar.
—Hija, a lo mejor me crees loca como todo el pueblo, pero yo los vi con mis propios ojos. Hay hombres lobo entre nosotros: durante el día son humanos, y en las noches se transforman en lobos —asegura con firmeza—. Así que no salgas de noche por ningún motivo, ¿me escuchas? Neri no me escuchó, se enamoró de uno de esos y desapareció. Era realmente hermoso; se le acercó un día y le preguntó si no se acordaba de él, y aunque le dijo "Sol", la muy tonta no dijo que no era ella.
—¿Sol? ¿Le preguntó si era Sol? —Un gran estremecimiento me recorre.
Me quedo observando a la anciana al escucharla. ¿Sería aquel hermoso joven que después se convirtió en un lobo y quería comerme? Me hizo la misma pregunta. ¿Vivirá cerca de aquí? Me asusto mucho y me sobrecojo sobre mí misma.
—Sí, ella le dijo que se llamaba Sol