SOL:
Sigue explicando el mayordomo, ante la mirada de reproche de mi gato, que no está de acuerdo. Pero, tras el ataque que sufrí, no podía volver a dejarme allí; está tentado a volverse humano, pero con ello incrementará su olor y todos lo reconocerán.
Bajamos las interminables escaleras despacio, hasta llegar a un enorme y nevado patio interior. Un auto nos espera. Subimos; siempre yo, con Motita en mis brazos, que ronronea feliz. Al fin llego a una ciudad que parece fantasmal por estar cubierta de nieve; nos introducimos en una enorme casa. El mayordomo, con mi maleta, abre la puerta y enciende las luces. —Señorita Sol, esta es su vivienda a partir de ahora. Puede hacer lo que quiera; también puede salir durante el día —explica mientras recorremos la casa—. Tenga esta pulsera que le manda mi amo. Debe tenerla siempre puesta. Pero, sobre todo, señorita Sol,