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Capítulo 2.Tomar el control absoluto

Por su parte, para Brando, mantenerse cuerdo desde que supo que Bianca era su verdadera compañera era casi imposible. Ya que cada vez que la tenía cerca, su lobo le taladraba el pensamiento, exigiéndole marcarla de una vez por todas como suya.

Sin embargo, el hombre que habitaba en él no podía permitirlo. Sabía mejor que nadie que, si lo hacía de la manera en que su lobo lo deseaba, podía llegar a traumatizarla de por vida.

Ahora mismo, lo único que lo mantenía en equilibrio era su fe en la Diosa Luna. Confiaba en que ella no le habría dado una pareja a la que no pudiera marcar, ni amar como debía.

Sinceramente, se estaba muriendo de desesperación al no poder hacer nada... y todo por culpa de esa maldita bruja. Y al enterarse de que ahora esa misma bruja era la líder de su raza y esas mismas brujas habían hecho un trato con su Alpha, estaba más que furioso.

Puesto que ahora tenía que verla como una aliada y no como una enemiga, y no podía vengarse por todo lo que le había hecho en el pasado. Cada vez que él recordaba lo que aquella maldita bruja le hizo pasar a su compañera, le daban unas ganas inmensas de estrangularla con sus propias manos.

Porque si no hubiera sido por ese maldito hechizo que lo convirtió en un perro, ahora estaría disfrutando de las mieles con su pareja destinada… y no sufriendo como lo estaba ahora, viéndola bailar con otros lobos, demasiado cerca para su gusto.

En ese momento, sintió unas ganas salvajes de acabar con todos los que se le acercaban a Bianca. Si no fuera por respeto a su Alpha, les habría demostrado sin dudar a quién pertenecía ella.

Se preguntaba una y otra vez por qué tenía que estar sufriendo de esa manera y su lobo estaba incluso peor, descontrolado ante la imposibilidad de marcarla. Pues él no entendía razones: solo sabía que, cuando encontraban a su compañera destinada por la Diosa Luna, lo natural era reclamarla. Y eso era todo lo que deseaba hacer.

Por ese motivo, su lobo quería tomar el control de su cuerpo y marcarla sin su consentimiento. Sin embargo, no podía permitir que eso sucediera, y menos sabiendo que aquel trauma había sido provocado por él. Tenía que soportar su propio dolor y ayudarla a sanar, aunque muriera en el intento.

Pero ¿cómo cumplir con lo que se prometía, si a ningún lobo lo habían preparado para un caso como el suyo?

Cada vez que su lobo aullaba de desesperación al ver a Bianca cerca de otro hombre, sentía que la cabeza le iba a estallar.

Era una completa locura, y por más licor que bebía, nada lograba calmarlo. Al contrario, el deseo de hacerla suya frente a todos, de no soltarla hasta sentirla llevar a sus cachorros en el vientre, se hacía más insoportable.

En ese instante, le suplicaba con devoción a la Diosa Luna, sin saber qué hacer con todo lo que le estaba ocurriendo. ¿Por qué le enviaba una prueba como esa? Se suponía que ese tipo de pruebas eran para sus mejores guerreros… pero de todos los lobos de su manada, él era el más débil cuando se trataba de sentimientos.

¿Acaso la Madre Luna no era capaz de ver lo difícil que era todo esto para él?

Y por parte de su compañera, parecía que no quería ayudarlo en lo más mínimo. Dado que, en ese instante, la vio mover las caderas al ritmo de la música, de un lado al otro, rodeada de esos lobos que claramente se morían por tenerla entre sus brazos. Y ella se veía feliz, disfrutando, como si estuviera encantada de ser deseada por esos malditos lobos.

Pensar en eso hizo que apretara los puños con fuerza, mientras se mordía los labios con tanta intensidad que pudo saborear su propia sangre. Tenerla tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos... era peor que cualquier tortura física.

Parecía que ella lo estaba castigando mentalmente, como si quisiera devolverle todo el daño que él le había causado en el pasado.

Y si era así, entonces prefería mil veces ser torturado físicamente de todas las maneras posibles antes que verla bailar para otros, mientras él no podía hacer nada para detenerla… solo desear que ese baile fuera solo para él.

Luego comenzó a sentir cómo su lobo, poco a poco, empezaba a tomar el control de su cuerpo, y eso lo asustó profundamente, pues ya podía ver sus garras asomándose en sus manos.

Era un claro indicio de que debía salir huyendo de aquel lugar, antes de perder el control por completo. Ya que en su estado de hombre lobo, no podría detenerse… y mucho menos protegerla y no marcarla.

Por eso, en ese momento, salió corriendo, llevándose por delante a todos los que se interponían en su camino hacia la salida del salón.

Una de esas personas fue su propia compañera, que solo pudo verla mientras caía al suelo.

Sin embargo, en ese momento, él tenía un único objetivo y ese era: alejarse de ella a toda costa para poder controlar a su lobo.

Ni siquiera al verla tirada en el suelo se detuvo, porque sabía mejor que nadie lo que estaba a punto de suceder.

Si se quedaba y se acercaba a ella… sería un completo desastre. Ya que su lobo no se conformaría con tocarla, ya que lo más probable era que la marcara en contra de su voluntad y terminara por traumatizarla más de lo que ya estaba, por culpa del miedo que sentía hacia los animales.

Y eso era lo último que él quería.

De seguro que ella lo estaría odiando ahora mismo, por haberla hecho caer de esa forma y delante de todos los invitados que se encontraban en el salón. Pero era eso, o dejar que su lobo la marcara y la hiciera suya frente a todos, sin siquiera pedirle su consentimiento.

Esta era la primera vez que su lobo tomaba el control de su cuerpo sin que él se lo permitiera, una clara advertencia de que, por marcar a su pareja, estaba dispuesto a todo, sin importar las consecuencias.

Por lo menos, Marcos le estaba buscando una solución a su problema. De lo contrario, sabía que no podría aguantar mucho más tiempo en esa situación, ya que no sabía cuándo su lobo volvería a tomar el control por su cuenta y terminaría marcando a su mate, que era lo que más deseaba… lo único bueno era que su parte humana aún podía contenerse, a diferencia de su lobo.

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