Capítulo 61. Mi única hija
Bianca, al escucharla decir esas palabras, se dio cuenta de que aquel ser no era otra que la mismísima diosa Luna. Ella, que la imaginaba fea, gorda y grasienta, se equivocó por completo, pues era simplemente hermosa, y nada de lo que había imaginado que sería aquella diosa era así, pues siempre se había dicho que la Diosa Luna debía ser un ser grotesco por la forma en que trataba a sus hijos, por esa razón suponía que era tan malvada por ser fea, sin embargo, no había ni una pizca de lo que había imaginado antes, pues la presencia que ahora tenía frente a ella era un ser majestuoso y sobre todo hermoso.
Enseguida volvió en sí y le dijo:
—Diosa Luna, ¿por qué, si te detesto tanto, me diste tanto poder? Y peor, aun sabiendo lo egoísta que soy, ¿por qué darme tanto poder a un solo ser? ¿No tienes miedo de que arrase con todo lo que se mueva en la tierra?
La Diosa Luna —le respondió casi de inmediato, diciéndole: No, porque tienes la misma sangre que la mía, además porque eres mi única y