...
—Mis zapatos se llenaron de lodo— se queja mi acompañante. Un bufido cansado sale de mis labios al cerrar la sombrilla.
—Yo quiero un descafeinado y una dona de chocolate— la joven anota el pedido de mi amiga y regresa la mirada hacía mí.
—No puedo creer que estamos a dos semanas de salir de vacaciones y la profesora Martínez se haya ido con un permiso a California.
—Ni me lo recuerdes, necesito un diez este semestre si no quiero tronar el curso.
la vencida— me encojo de hombros. En ese momento llega la chica que nos atendió y trae nuestros pedidos. La castaña le dió las gracias antes de empezar a comer.
médico?— Trago saliva y muerdo mi labio inferior nerviosa. En verdad no quiero hablar de ello pero sé que Luciana es más terca que yo y no dejará de insistir.
—Pues...— arrastro la palabra alargándola más de lo debido.—No quiero que sea mañana. ¡¿Por qué el domingo tenía que ser tan corto?! ¿Qué tal si la siguiente profesora es una de esas horribles maestras que salen en la televisión?
—Luciana eres muy
dramática— acusé,
ruedo los ojos. Cruzamos hacía la siguiente calle en la cual se aloja mi pequeña casa.—¿Cómo sabes si no llegará un guapísimo profesor como en las novelas de W*****d?—Nos miramos a la cara y una estruendosa carcajada sale de nuestras gargantas.—Sigue soñando— comenta.
sonrío de lado.
—Si seguramente, y mucho más aquí en México.
—¿Estás discriminando a nuestro
país?— Me llevo una mano al pecho y hago una seña de ofensa.
—¡Por los ángeles Andrea!— Levanta sus manos siendo exagerada— Si llegase a pasar eso ten por seguro que sería en ciudades como Nueva York, Inglaterra o Alemania. Aquí ningún dios griego va a venir para darle clases a unas adolescentes universitarias.—Bien, nos vemos mañana, me quedaría pero mamá quiere que esté presente para ver el boxeo con papá—Asentí con la cabeza y me despedí de ella como normalmente lo hago.
Me quité la chaqueta de cuero café claro y la blusa de mangas violeta, entré al baño abriendo la llave de la ducha dejando salir el agua en espera de que está se regulará. Desprendí de mi cuello el collar que traía al igual que los aretes, dejé mis lentes sobre la tapa del retrete mientras retiraba todo rastro de maquillaje de mi rostro para después desnudarme y entrar a la ducha.
El agua tibia relajó de inmediato mi cuerpo, me recargué en la pared cerrando los ojos y pensando. Luciana estaría en estos momentos llegando a su casa, saludando a sus padres y compartiendo tiempo con ellos. Muy en el fondo deseaba tener ese tiempo con mi familia, pero sabía que mi tiempo ya había pasado.Salí de la ducha diez minutos después, sequé mi cuerpo y lo envolví en una toalla. Mi mirada quedó centrada en mis brazos, en especial, en esas finas cicatrices de lecciones que la vida me dió. Cumplí diecinueve años hace unos meses, Luciana y su familia me hicieron una fiesta sorpresa, debo admitir que sin ella, yo no estaría aquí, ha sido mi fuerte, más que amiga es una hermana para mí.
Me pongo mi pijama, la cual consiste en un shorts de seda negro y una blusa del mismo material con mangas hasta los codos. Tomo mi celular y voy descalza hasta el único sillón que hay frente al televisor. Reviso algunos detalles que Norma me ha mandado, ella es la encargada de una tienda de ropa en el centro, trabajo allí ayudando a las personas a encontrar ciertas prendas y organizando los conjuntos de los estantes. Ese empleo eso único que me sostiene, agradezco a la beca que pude sacar hace más de un año, pues con ella he pagado la universidad todo este tiempo.
Asisto a clases desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde, Lucy y yo compartimos clases, ambas estudiamos filosofía en un programa limitado. Cuando estas terminan trabajo de una a ocho de la noche todos los días a excepción de los domingos que es mi único día libre.